Cuando para «progresar» implica «tumbarse» al otro

El mundo laboral no sólo tiene un sendero de normativas que conllevan al ordenamiento de las actividades de todos los colaboradores, sino también una serie de situaciones, muchas de ellas tóxicas, que generan ambientes laborales estresantes y de paranoia para “sobrevivir” en el quehacer laboral.

En psicología se sabe que el ser humano es perfectible, y todos tienen la oportunidad de mejorar permanentemente frente a errores que puedan ser capitalizados en aras del crecimiento humano.  No obstante, hay colaboradores que ya tienen rasgos sociopáticos que afectan el entorno laboral directamente, y no son advertidos por la alta dirección, quiero creerlo, lo cual se torna una bomba de tiempo para el desánimo colectivo.

En un artículo de “Entrepreneur” hace referencia sobre los empleados “tóxicos”, clasificándolos en la siguiente tipología: el problemático, el flojo, el mártir, el social, el psicópata y el renegado.  Lo importante es que plantea el modus operanti de cada estilo y su forma de abordarlo. Empero todos tienen algo en común: un profundo vacío existencial complementado con una baja autoestima, la cual es fértil para ser autodestructivo y perjudicar al resto, generando un accionar netamente emocional, sin tomar en cuenta la objetividad de los hechos laborales cotidianos.

Asimismo, otra característica más que se pueden encontrar en estos colaboradores, son el hecho de que para obtener posiciones jerárquicas, y más poder como resultado, es construir un ambiente zozobra e inestabilidad impresionante dentro de la organización a través del sabotear permanentemente los logros de otros compañeros, el minimizar los avances de áreas clave, dañar la credibilidad de los colaboradores con potencial, el manipular a personas clave con temores internos, etcétera.

Lo más penoso es que el problema no son esos colaboradores, sino el jefe, que con una visión obtusa, no toman decisiones saludables para el bienestar colectivo de los demás trabajadores. Ignoran el problema, refuerzan el comportamiento del empleado “tóxico”. En otras palabras, son parte del problema.

 

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