El reconocido periodista Joaquín López-Dóriga entrevistó recientemente al Dr. José Antonio Lozano Díez, presidente de la Junta de Gobierno de la Universidad Panamericana y del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), ambos de México.
La reflexión se inicia con los ciclos de la vida que empiezan y terminan, que más que a una fotografía se asemejan más a una película. Como el día que comienza y concluye, principia un ciclo y éste concluye pasado un tiempo. El Dr. Lozano Díez enfatiza que hay que cerrar el ciclo, pero lo más importante es abrir el ciclo que sigue. Después de superar el duelo, se decide volver a empezar o dejar que la vida nos vaya hundiendo. No permitir que el dolor nos abrume. Cuando la vida se hace rutinaria y empieza la bajada, se puede perder la ilusión y llegar hasta la depresión.
Existen momentos en que se piensa que el ciclo continuará para siempre, que todo va a seguir tal cual. Quien no detecta el fin de un ciclo o quien sobre todo no atina a iniciar el ciclo que prosigue con nueva ilusión, tal vez no entienda que lo que viene puede ser hasta mejor. Si pierde esa mirada puede confundir el camino por no haber aprendido el arte de volver a empezar.
Y sobre la gente que trabaja, hasta hace pocos años existía el síndrome de la ‘desconexión’. De allí, la humanidad ha pasado al síndrome del ‘aburrimiento’, que es peor que una pérdida. Hoy hay una pandemia real de aburrimiento en el mundo, de tantas personas que viven sin poder hallar una ilusión por la vida que los inspire a alistarse para el nuevo ciclo.
El Dr. Lozano Díez recalca que lo que nos permite mantenernos jóvenes es tener más metas que recuerdos, más ilusión hacia al futuro que temas del pasado. Aunque hayan mermado algunas facultades, la actitud hacia lo que viene es una energía que predispone a volver a empezar.
Por tanto, la vida humana pasa por muchos ciclos, unos mejores que otros. Para entender el ciclo que termina y prepararse para arrancar el ciclo que se inicia, ante este mundo tan cambiante, hay que cultivar cuatro virtudes:
– Humildad, no perder el sentido de lo que valemos porque el ego nos desconecta de la realidad y la distorsiona. La soberbia y el ego impiden reconocer nuestras limitaciones. Humildad es aceptar la realidad. A mayor engrandecimiento menos posibilidades de cambiar.
– Esperanza, ver el nuevo ciclo con esperanza e ilusión. Sin esperanza no hay fuerza que nos saque hacia adelante. La esperanza es la primera ‘mecha’ en la vida humana que permite seguir hacia el futuro. El engrandecido pierde el sentido de la prudencia, la felicidad y la esperanza, porque siente que lo que es ya es lo máximo que puede llegar a ser. Por eso humildad y esperanza van de la mano.
– Prudencia, proponerse un nuevo ciclo en la vida midiendo de qué manera es real, conseguible. La persona recibe al nuevo ciclo con ideas realistas pues si se aleja de la realidad se puede recibir al nuevo ciclo fallando y de ese modo descorazonarse al no funcionar las ideas previstas. Se trata de entender las posibilidades de cada uno o una para llevar adelante ideas que traerán logros.
– Constancia, refleja el compromiso con un nuevo ciclo, el de la reinvención, redefinirnos como seres transitorios. No somos hoy lo que fuimos antes de la pandemia. Más experiencia y entendimiento, pero menor vigor físico. Nuevas maneras de apreciar las circunstancias para vivir nuevos ciclos que nos mantengan vivos y alcanzar una vida lograda gracias a que aprendimos a volver a empezar.
En estos tiempos de tanta incertidumbre, inseguridad y falta de control sobre el porvenir, las reflexiones del Dr. Lozano Díez orientan y renuevan el espíritu. Ofrecen luces para recrear nuestros afanes y renovar fuerzas para aportar al complejo mundo que nos ha tocado vivir.