Llama la atención la actitud de complacencia de las autoridades con el ritmo de crecimiento de la economía peruana. Se celebra que hayamos podido crecer entre 3.8 y 4 % el año pasado y que creceremos al ritmo de 4 % en los próximos 3 años. El objetivo de crecimiento de 5 % o más por año, que fue parte de la promesa electoral de la dupla PPK y Vizcarra y una de las condiciones claves para romper la trampa del ingreso medio, ha sido convenientemente olvidado. Se celebra que el crecimiento de 2018 haya sido superior al del 2017 y que nuestro crecimiento sea superior a varios países de la región. Lo que no se nos dice es que por lo menos un punto porcentual de ese crecimiento se ha debido al aumento del consumo generado por la inmigración de más de 500,000 venezolanos.
No se nos dice que la prometida reforma laboral, la reforma del sector previsional y la del sector salud duermen el sueño de los justos. Que la mal llamada reforma tributaria (reducción del IGV y la amnistía para repatriación de capital) ha sido un fracaso. Que la delincuencia y la inseguridad continúan en aumento. Que sigue incrementándose el gasto público corriente por el aumento de empleados públicos, en desmedro del gasto de capital.
En este estado de complacencia, las actuales autoridades han incrementado su popularidad centrando su accionar a la lucha contra la corrupción y han pretendido mostrar avances en los temas que más afectan a la población lanzando un plan de competitividad que evidencia serios problemas de diagnóstico como, por ejemplo, ignorar la baja productividad del sector agrícola.
En entregas anteriores hemos analizado la diferencia abismal que existe entre la productividad del agro chileno y el peruano. Mientras que un trabajador del sector agropecuario chileno produce 13,000 dólares americanos, su homólogo peruano produce apenas 3,500. Estas cifras contrastan con la productividad laboral agropecuaria (per cápita) de los países desarrollados que promedia 70,000 dólares (ver Gráfico 1) cifra que supera la productividad laboral total (PBI per cápita) en esos países. En el Perú sucede lo contrario, el PBI per cápita supera la productividad laboral agropecuaria.
Cuando en un país la productividad agropecuaria supera al PBI per cápita, se producen excedentes sobre el consumo de subsistencia en el sector agropecuario que posibilitan el incremento de la demanda del sector manufacturero y por ende la industrialización del país. Sin esta condición no se puede lograr un desarrollo sostenible.
En esta entrega analizamos el impacto que tendría el incremento de la productividad laboral del agro peruano de los actuales 3,500 dólares americanos a 15,000 dólares en un periodo de 10 años, que nos aproximaría a los niveles de productividad del agro chileno.
¿Es posible llegar a tener una productividad agropecuaria de 15,000 dólares en 10 años? Asumiendo que el número de trabajadores agropecuarios se mantiene en los niveles actuales, llegar a una productividad de 15,000 dólares en 10 años significaría un crecimiento del PBI agropecuario de 15 % anual. La principal barrera para incrementar la productividad laboral es el microfundio, especialmente en la sierra.
La parcela promedio del microfundio según el censo agropecuario tiene un área menor a 3 hectáreas. Asumiendo que una familia promedio de 4 personas trabaja una parcela, cada hectárea debe generar 20,000 dólares para lograr el objetivo de una productividad de 15,000 dólares por trabajador agrícola. En estas condiciones, aun con el uso de riego tecnificado, fertilizantes, dos cosechas por año y semillas genéticamente mejoradas el objetivo de 20,000 dólares por hectárea es tecnológicamente muy difícil de alcanzar.
En el pasado, la reforma agraria y otras políticas agropecuarias lo que han buscado es la redistribución de las tierras, pero han fracasado rotundamente porque han generado microfundios que difícilmente pueden alcanzar alta productividad. La razón de este fracaso ha sido que el objetivo fue la distribución de la propiedad cuando el objetivo debió ser elevar la productividad.
Una solución a este problema es incorporar masivamente las tierras de secano y sobre todo las de actitud forestal, a la actividad agropecuaria cercana a los microfundios. Las tierras con actitud forestal están mayormente en manos de las comunidades, cooperativas y el Estado. La incorporación de estas tierras a la actividad productiva mediante las técnicas de sembrado de agua y riego presurizado puede ser realizada por los mismos parceleros de la zona que actualmente manejan en promedio 3 hectáreas. Existen experiencias de éxito en el Perú donde los mismos miembros de una comunidad o cooperativa se han hecho cargo de la reforestación en áreas previamente sin uso, aumentando su productividad y adquiriendo su seguro de jubilación.
El objetivo de una productividad laboral de 15,000 dólares en el sector agropecuario se lograría como una combinación del aumento de productividad en esas parcelas de menos de 3 hectáreas, más la producción adicional en las áreas vecinas a las comunidades o cooperativas, incorporadas a actividades de forestación u otros cultivos.
El financiamiento de las actividades de sembrado de agua y forestación podrían recaer en entidades privadas como compañías mineras de la zona o las AFP. También puede motivarse el financiamiento bancario con un programa similar a MiVivienda. Para ello se requiere adecuar la legislación para motivar a mineras, AFP y bancos, así como a las comunidades y cooperativas campesinas, garantizando el régimen de propiedad que permita la recuperación de la inversión en el largo plazo. Lamentablemente nada de esto está contemplado en el plan nacional de competitividad.
¿Cuánto más podría crecer el PBI como consecuencia del incremento de productividad del sector agropecuario? Dado que el sector agropecuario representa el 6 % de la economía, el impacto directo de un crecimiento de 15 % al año en ese sector significaría un crecimiento adicional de 1 % al año para toda la economía. Es decir, en lugar del proyectado 4 %, el PBI del país podría crecer 5 % por año durante los próximos 10 años.
Al efecto directo del incremento del PBI agropecuario hay que considerar los efectos indirectos como el impacto en el resto de los sectores de la economía (comercio, manufactura, transporte, etc.), la disminución de la pobreza y la desigualdad, el desarrollo regional, y la disminución de la informalidad.