Empresas de mentira

La desaceleración económica viene metiendo a un número creciente de empresas en una vorágine de resultados negativos. La mayoría afronta el reto haciendo lo mismo de siempre, aunque con mayor intensidad: más esfuerzo de ventas, más promociones y ofertas, más reducciones de costos y rezar para que por fin un nuevo ministro de economía empiece a mejorar el entorno. Son pocas las que aprovechan la crisis como una oportunidad para cambiar.

¿Porqué cambiar si somos la mejor empresa en nuestro rubro? Si todos los años planificamos los objetivos y metas del año siguiente. Si hasta tenemos código de ética, manual de buen gobierno corporativo, plan de responsabilidad social empresarial, organización orientada hacia los clientes, tecnología de punta, etc., etc. Sin embargo, ¿cuánto de lo que se dice tener es cierto? ¿De qué tamaño es la brecha entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace?

En mi larga trayectoria como consultor de empresas y entidades públicas, me he topado con empresas con ‘código de ética’ traficando influencias; con plan de responsabilidad social pagando tarde, mal o nunca a sus acreedores; con presupuesto, pero sin visión compartida del futuro; con hartos gerentes, pero sin liderazgo genuino; con tecnología de punta, pero aprovechada a menos del 10%.

A estas empresas podríamos denominarlas ‘empresas de mentira’, cuya brecha entre lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen es gigantesca. Muchas de estas empresas, que pudieron subsistir y hasta prosperar en coyunturas de auge macroeconómico, la tienen ahora cuesta arriba, conforme el Perú va entrando con fuerza a la era digital, en la que cualquier desliz ético se paga con la vida, por su rápida diseminación en las redes sociales. Nunca como hoy la reputación y el prestigio de una marca ha dependido tanto de la conducta ética de la empresa que la detenta. Cada vez surgen más organizaciones digitales defensoras de los consumidores, con capacidad de hacer añicos la imagen de cualquier empresa de mentira, en un santiamén.

La única salida que les queda a las empresas de mentira es dejar de serlo. ¿Cómo se empieza? Primero, con un acto de reconocimiento de la realidad, realizando un diagnóstico crudo, definiendo una visión de futuro sincera que se impregne en la piel de todos los servidores de la empresa, y desarrollando una propuesta de valor diferencial clara y una estrategia de negocios a prueba de vaivenes de los ciclos económicos. La sinceridad rinde sus frutos.

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