Fondo para reforestar sí, no para deforestar

La mayoría del Congreso acaba de aprobar al caballazo una seudo ley que crea un Fondo Forestal que utilizará recursos del presupuesto público y privados que también tendrán origen público, gracias a que se otorgará como beneficio una deducción de hasta el 10% del impuesto a la renta anual, a las empresas que aporten a dicho Fondo.

Se da nacimiento así a un mecanismo de subsidio ciego, dirigido principalmente a grandes grupos económicos que ‘inviertan’ en cualquier tipo de plantaciones forestales, sea en sus propias tierras o en tierras concedidas en uso por el estado.

Como sucedió en Chile, son grandes grupos económicos contados con los dedos de una mano los que, bajo este tipo de ley, se constituirían en ‘inversionistas’ sin riesgo o inversionistas con la plata del Estado, por cuanto el Fondo les devolvería el 100% del costo de su inversión a los 2 años de la instalación de su plantación para fines comerciales (extendiéndose a 50% del costo a los 2 años y el otro 50% a los 4 años para el caso de plantaciones de conservación), sea cual sea la especie de árboles que siembren, siempre que provengan de viveros certificados.

¿Por qué los beneficiarios serían principalmente grandes grupos privados? Porque ni pequeños ni medianos propietarios y ni siquiera la mayoría de los dueños de las actuales concesiones forestales tienen las espaldas financieras para congelar decenas de millones de dólares por 2 o 4 años.

Por tanto, esta ley incentivará el monocultivo de palma aceitera, eucalipto y pino; tres especies no nativas que ya vienen siendo sembradas en Perú, a pesar de ser generadoras de infertilidad de la tierra, destructoras de la flora, portadoras de gran vulnerabilidad a incendios forestales (por tratarse de árboles clonados intensivos en uso de plaguicidas químicos), propiciadoras de sequías agudas, destructoras de los bosques nativos y contaminadoras de los cauces de los ríos.

El eucalipto en particular viene poniéndose de moda en Perú, debido a su fácil adaptación a una amplia variedad de condiciones, así como a su facilidad de cultivo en zonas cálidas y su rápido crecimiento, aunque a costa de empobrecer severamente los acuíferos, el suelo y el hábitat para la vida silvestre, y de generar un desplazamiento radical de los ecosistemas nativos.

Además, tanto el eucalipto como el pino son maderables destinados a la producción de aglomerados y papel, que demandan procesos intensivos en el uso de químicos. De hecho, a escala mundial, más del 70% del pino y eucalipto cosechado se destina a procesos industriales forestales que devuelven el carbono a la atmósfera.

Además, con un subsidio del 100% de la inversión crecerá el apetito mercantilista del inversionista por dinero gratuito. Lo que a su vez inducirá a que se propicien incendios de bosques nativos adrede, para así poder seguir expandiendo las plantaciones premiadas con fondos del Estado.

Así ha venido sucediendo en Chile, a pesar de que ahí el subsidio a la inversión no llega al 100% de Perú sino al 75%. En lugar de servir para reforestar, este subsidio ha inducido la deforestación de los bosques nativos, que ahora sólo representan el 10% de las zonas boscosas. El resto ha sido copado por pino radiata (75%) y eucalipto (15%). Sólo en ja zona de La Araucanía se perdió más de 300.000 hectáreas de bosque nativo debido a incendios inducidos adrede.

Según expertos del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), la expansión del cultivo de palma aceitera está generando enorme deterioro ambiental, principalmente en América Latina y Asia, al venir sustituyendo en 40% a los bosques tropicales y en 32% a los pastos naturales y las áreas de cultivo de grano básico. Advierten que estas plantaciones generan tal infertilidad de las tierras que puede ser irreversible.

Por ello, en lugar de regalar los recursos del Estado para depredar y deforestar más los bosques nativos, propongo que el Fondo Forestal sea redirigido a:

  • Incentivar la investigación y desarrollo de especies nativas maderables en extinción.
  • Desarrollar modelos de agroforestería que combinen especies nativas de alto valor (como la caoba, el palo rosa, el cedro y la bolaina) con frutales tropicales orgánicos de alto valor (como la pitahaya, la piña golden, el mango taiyo y la papaya, cuya demanda mundial viene creciendo a ritmo de dos dígitos y su valor de venta es altísimo).
  • Facilitar el acceso de los pequeños y medianos productores, inversionistas y comunidades nativas y campesinas a la adquisición de plantones, asistencia técnica para instalar plantaciones y recibir asesoría para promover y viabilizar su asociatividad.
  • Facilitar la cesión de derechos de superficie de tierras deforestadas.
  • Facilitar la elaboración de estudios de sostenibilidad de bosques de conservación con potencial para la emisión de bonos de carbono.
  • Desarrollar la capacitación de técnicos forestales especializados en la aplicación de técnicas de inteligencia vegetal y crecimiento orgánico de árboles maderables, hortalizas y frutales bajo un enfoque de agroforestería sostenible.
  • Desarrollar clusters agroforestales y ecoturísticos competitivos en San Martín, Loreto, Ucayali y Madre de Dios, que cuenten con sendos bancos de semillas nativas y viveros de germinación orgánica, aplicando técnicas de inteligencia vegetal.
  • Prevenir las invasiones de plantaciones y consolidar la aniquilación de la tala ilegal.

El Ejecutivo tendrá 90 días desde la vigencia de esta seudo ley, para reglamentarla. Estamos a tiempo para que el reglamento ponga los candados que eviten que cuaje un modelo forestal oneroso y concentrador de la riqueza forestal, con efectos depredadores y deforestadores. En su reemplazo, impulsemos un modelo de desarrollo agroforestal sostenible y de reforestación y conservación de los bosques nativos.

 

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