Planes de gobierno sin garantía, improvisación y ausencia de doctrina

En estas elecciones presidenciales tenemos que elegir bien, como lo hacemos cuando contratamos a un empleado en nuestra casa. Con la misma pulcritud y esmero con los cuales evaluamos a nuestros empleados, debemos evaluar a los políticos que pretenden convertirse en nuestros empleados. Porque somos los dueños de casa y este mes de abril nos toca contratar nuevo mayordomo y nuevos sirvientes para que se encarguen de la administración y asuntos domésticos de la casa (país). De eso se trata cuando elegimos a un Presidente y congresistas. Las  elecciones no son sino un gran concurso público para el empleo de Presidente de la República y congresistas. Tenemos que escoger al mejor candidato y al mejor equipo para el empleo.

No tenemos que magnificarlos como si fueran mejores que nosotros, porque no son los mejores de entre todos los ciudadanos. Solo son los que han mostrado interés en el empleo, aunque  las verdaderas razones que los motivan sean desconocidas realmente. No teniendo otras opciones, tratemos de contratar al mejor.

Debemos desmitificar la investidura presidencial, la congresal y la ministerial. Porque puede ocurrir que ellos no lo entiendan así y en vez de asumir que son nuestros empleados, pretendan convertirse en nuestros amos para disponer a capricho de nuestros recursos naturales, entre otras cosas. Por eso, la inmunidad de la que gozan es indebida y debería serles retirada.

Antes de marcar un símbolo preguntémonos ¿a quién quieren servir esos candidatos? ¿a nosotros, a ellos mismos, o a alguien más?

La principal cualidad que debe evaluarse es la sincera y real vocación de servicio al país y a los demás. Más allá de las promesas en las que nadie cree, lo determinante debe ser la confianza que inspire el candidato, tanto por su trayectoria personal, integridad, honestidad, capacidad y liderazgo, así como por sus convicciones en la necesidad de efectuar cambios y la suficiente voluntad política para imponer con firmeza un nuevo modelo de gestión en la pesquería y en el país.

También es importante evaluar al equipo de personas que lo acompañarán durante su administración. No solo sus cualidades morales y personales, sino investigando a quién sirven realmente, si a los intereses del país o a algún poder económico. No se puede olvidar que la política y la administración pública son constantemente infiltradas por quienes se dedican a defender intereses de parte, por encima de los intereses nacionales, unas veces abierta y descaradamente y otras veces detrás de las sombras, manipulando y colocando o sacando funcionarios según sus conveniencias.

Esta campaña electoral ha dejado la evidencia de una insana ambición por el poder, sustentada con una pobre calidad de propuestas, pero que finalmente fueron y son irrelevantes, porque no hay norma que obligue a cumplirlas. Nos están ofreciendo un producto sin garantía, convirtiendo lo que debería ser una competencia de ideas y propuestas, en una guerra que solo ha servido para mostrar lo peor de los políticos, con honrosas excepciones.  Un plan de gobierno debe ser la fórmula para gobernar en base a una doctrina, a una filosofía y por eso no se improvisa unos meses antes. Siempre está vigente se actualiza permanentemente. Lo que hemos visto es improvisación sin base doctrinaria, omisiones serias en cuanto a la pesca, por ejemplo y en algunos casos vagas promesas que respondieron a la coyuntura de dónde y frente a qué público está el candidato.

La democracia no consiste solamente en votar en la elección. La democracia necesita de ciudadanos activos, que no aceptemos resignadamente esperar 5 años más, si es que no quedamos satisfechos, o si las autoridades elegidas incumplen sus promesas de campaña. Tenemos que actuar en forma permanente y constante, para crear incidencias políticas a través de los mecanismos que fuesen adecuados, a fin de proteger los intereses de las mayorías, que somos quienes formamos la Nación y pagamos los sueldos de nuestros gobernantes, legisladores y administradores.

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