Menciono los 40 como algo referencial, en realidad lo digo para los jóvenes de 40 en adelante. Antes de narrar con pose de sociólogo y fórmulas tal vez plagiadas de los mejores de la literatura clásica, líderes, economistas, etc. Mejor me “mando de hacha” a riesgo de quedar en ridículo, total una vez más que importa…, ó para ponerla bien marketera se trata de un valiente “feedback”.
Al igual que en el sermón dominical, empiezo… “en aquellos tiempos…en que elegí hacer carrera en una empresa y como sea, porque así me parecía bueno…” No conté con que dejaba atrás y casi sin pensarlo ó tal vez convenciéndome yo mismo que habían cosas más importantes, uno de mis sueños e ideales más hermosos. Convertirme en un instructor de artes marciales y tener mi propio Dojo, (lugar de entrenamiento, de iluminación en japonés).
Actualmente a los 51 años, no soy un instructor cinturón negro 5º dan con viajes de exploración a dojos japoneses cual destino ó la meca de muchos exponentes de artes marciales, pero soy un honorable cinturón amarillo próximo a naranja. Para quienes no tienen mucho conocimiento de las graduaciones en artes marciales, se trata de un grado luego del blanco, algo así como primero de primaria, ó recién salido de inicial. Desde luego tengo otros méritos claro.
Mi sueño se fue gestando no precisamente por un afán de saber pelear, si no por esa milenaria filosofía oriental, que iba dando un norte primero a mi turbada adolescencia, luego a mis frustraciones de juventud , mis tristezas, miedos, rabias, hasta llegar a ver un infinito mar de posibilidades en mi ahora emocionada adultez que aunque no sea perfecta, el hecho de descubrir que había pasado por las pruebas más intensas y duras que todo discípulo marcial ha de pasar para llegar a su destino, a la otra orilla, me hizo comprender que en cierta forma había seguido la esencia de ese hermoso camino marcial, aunque claro lo había seguido sin darme cuenta de ello.
Algo así como aquella antigua historia que se pierden en leyenda, como la de aquel discípulo que ansioso, y vehemente que deseaba con el corazón entrar al gran templo Shaolín hasta convertirse en un monje y luchador increíble, pero el maestro intuitivo y observador luego de negarle la entrada tres días consecutivos, observa que el discípulo insistía parado en la puerta de la entrada del templo venciendo hambre y frío, sólo entonces le permite la entrada al gran templo. Había pasado una buena prueba de voluntad, pero para sorpresa del discípulo no le permitió entrar para entrenar como los otros estudiantes con sus impecables uniformes si no que lo hace barrer el templo por más de un año. El discípulo protesta, se lamenta, sufre, reclama y ante tanta insistencia el maestro le dice: “bien ya puedes empezar con algo más interesante”, el discípulo emocionado dice al fin !!!, lo logré, pero el maestro lo hace limpiar los baños otro año más. El discípulo no claudica en su sueño y aún más se da un tiempo para espiar a los estudiantes avanzados que entrenan esas técnicas marciales increíbles y asombrosas.
Pasaron 4 años de limpieza, y otros trabajos duros, y muy tarde por las noches con lo poco que podía observar de los estudiantes avanzados se entregaba a su gran sueño, a su máximo ideal y practicaba las técnicas que podía observar a escondidas hasta muy avanzadas horas de la noche.
El maestro sabía perfectamente lo que hacía el discípulo, pero lo dejaba, porque sabía que esa frustración, esa pena, esa rabia de no poder cumplir su sueño tenía primero que aquietarse y ceder, como el agua del estanque, que ante la calma permite ver el fondo.
El discípulo sin darse cuenta estaba entrenando la esencia de las artes marciales. La paciencia, la perseverancia, la voluntad férrea, el control de emociones, finalmente el mantener encendida esa llama de su ideal. Fue así que luego de varios años más, este discípulo fue un eximio y reconocido maestro. Tenía la experiencia de haber dominado su propio ego. Algo esencial en las artes marciales y desde luego en toda vocación que quieras emprender.
En hora buena puedo entender ahora como ese “odioso jefe” de hace algunos años que me la “tenía jurada”, como “ese par de colaboradores que me hacían la vida imposible”, como “ese trabajo que no quería hacer y me sentía obligado a hacer”, etc, no eran más que excelentes entrenamientos, excelentes maestros para ir forjando en mi espíritu, la esencia de ese sueño que jamás claudicó. Y el otro gran descubrimiento fue el darme cuenta que lo del odioso jefe, lo de los colaboradores que querían hacerme daño, lo del trabajo que no quería hacer, eran parte más de mi mundo interior que lo propiamente objetivo. Fue cuando descubrí que lo que yo veo, no es precisamente la realidad, si no mi propia realidad. Destacable diferencia.
El final de mi canción, es algo que con pasión recomiendo a niños, jóvenes y adultos. “No claudiques jamás en tus sueños”. Aún cuando parezca que ya no van más, aún cuando creas que la vida te ha golpeado y te ha impuesto nuevos derroteros, finalmente el mantener la llama encendida y luchar por ese sueño aunque te critiquen, aunque se burlen, y no les parezca maduro ó razonable, aunque no tengas los medios, y aunque pienses que jamás los tendrás. Igual sigue como aquel discípulo que luego de la jornada se entregaba a su sueño con pasión.
“Toquen y se os abrirá, pidan y se les dará”, dice un gran libro, la Biblia. Crean, no dejen de creer en ustedes mismos. Hasta el fin…
Para nuestras metas, nuestros sueños es muy importante que estén alineados a nuestros valores más profundos. Aquellos que tienen que ver con nuestros ideales, aquellos que nos resultan un placer, aquellos que nos llenan la vida, aquellos con los que pasa el tiempo casi sin darnos cuenta. Sólo así habrá una coherencia interna de cuerpo, de mente, de emociones y no vacíos que algunos quieren llenar sólo con dinero, sexo, poder u otros. Para luego seguir descubriendo más vacíos…
Cuántas vocaciones truncas por esa idea de decirle al joven que quiere estudiar cierta carrera: “con eso te vas a morir de hambre”, “aquí en el Perú eso no da”, y otras por el estilo. Más adelante, escogen algo que según creen sí da dinero y empiezan una carrera que se convierte en un verdadero calvario en donde desde que entran a laborar están pensando en las horas que faltan para salir del trabajo y ser por fin ellos mismos.
Cruzar la otra orilla, sólo depende de ti. No hay excusas.