Un gabinete de salvación nacional

El Congreso que desaprobó al gabinete Cateriano; ese Congreso recién constituido a raíz del referéndum promovido por Vizcarra, es lo que hay; no se puede cambiar y el principal promotor de su vigencia actual (el presidente Vizcarra) bien haría en aprender rápidamente a convivir con él y llevarse lo mejor posible durante el menos de un año que le queda de gobierno.

Sin embargo, Vizcarra ha replicado con la pierna en alto a la no confianza, acusando al Congreso entero de chantaje; una acusación muy grave que lo único que hace es echar más leña a la hoguera.

Más allá del empecinamiento de la bancada de Podemos en contra del ministro de educación y la Sunedu, lo cierto es que la dupla Vizcarra y Cateriano hizo lo imposible para que el Congreso no le diera su confianza al gabinete. Para empezar, el mensaje presidencial fue un ejercicio vacío de verborrea extenuante, mientras que la presentación de Cateriano fue gaseosa, sin metas ni medidas concretas para combatir la segunda ola de contagio y mortandad que ya arrecia sin que se haya vencido la primera ola.

Para colmo, los objetivos trazados por Vizcarra y los enunciados por Cateriano no calzan. Ambos discursos carentes de autocrítica y propósito de enmienda frente a los ostensibles errores de gestión sanitaria y económica.

Ni asomo de una visión estratégica convincente para combatir el desempleo masivo y recuperar la economía desde la base de la pirámide económica y social, que es la que ha colapsado por falta de ayuda económica.

Ni asomo de una perspectiva de mediano plazo que garantice una salida a la crisis con sostenibilidad en el tiempo, que dé confianza en una senda de recuperación que sea resiliente, para evitar caer de nuevo en otra crisis de salubridad y económica tan profunda como la actual.

Más que reactivar la economía, el Perú necesitaba escuchar un relanzamiento y reconversión inclusiva de la economía, una salida sostenible del fondo del hoyo al que nos ha metido el gobierno, gastando ingentes recursos con corrupción e improvisación.

Vizcarra se ha mal acostumbrado a vivir de las encuestas y a imponerse frente al Congreso y sus propios ministros. Demás está que, en esta hora aciaga que vive el país, enarbole a todo viento su temple impositivo y confrontacional.

La política es el arte de lo posible y no es momento para andar pechando al Congreso, amenazándolo con otro gabinete de cofradía improvisada y genuflexa para seguir contrabandeando contratos con amigos, empresas de familiares y un sinfín de cambalaches con paisanos, amigos, amigotes e hijos.

Olvídese señor presidente de las encuestas y acuérdese del verdadero juicio de la historia. Haga un único gesto magnánimo y convoque a un opositor de fuste para que organice un gabinete en serio de salvación nacional, como lo hizo el presidente Prado con Beltrán. Poner en manos de un verdadero estadista las riendas del manejo del país en medio de esta tragedia, sería quizás el único acto patriótico que la historia sabrá reconocerle. ¡A gobernar en serio! ¡Basta de opereta!