En la mayoría de países del mundo se ofrece al consumidor dos niveles de octanaje de gasolinas. Mercados mucho mas grandes que el peruano con mucha mas población y especialmente con un parque automotor mucho mas grande que el nuestro, se satisfacen con dos y a lo más tres diferentes tipos de gasolina. Aunque parezca irreal y digno de obtener un reconocimiento de “Record Guinness”, en el Perú tenemos nueve, si 9 diferentes tipos de gasolina.
En la costa y sierra, por disposición legal sólo se vende Gasohol que es una mezcla de gasolina con alcohol y hoy se ofrece al mercado:
- Gasohol 84
- Gasohol 90
- Gasohol 95
- Gasohol 97
- Gasohol 98
En la selva no se puede vender esa mezcla y se vende gasolina pura, por lo cual en el mercado se encuentra:
- Gasolina 84
- Gasolina 90
- Gasolina 95
- Gasolina 97
¿Como se llegó a esta situación?
Seguramente nuestros lectores de mayor edad se acordarán que a mediados del siglo pasado el mercado de gasolinas en el Perú se atendía con dos grados de gasolina, la de 66 octanos y la de 84 octanos; algún tiempo después cuando empezaron a llegar vehículos con mayor capacidad de compresión en sus motores se empezó a vender gasolina de 95 octanos que era conocida como la gasolina importada pues efectivamente su pequeño consumo era cubierto con gasolina del mercado exterior.
Recién con la inauguración de la Refinería La Pampilla en 1967 por parte de la Empresa Petrolera Fiscal, se pudo ofrecer al país gasolinas de mayor octanaje producidas localmente (su unidad de Reformación Catalítica era capaz de producir gasolinas de hasta 100 octanos).
El avance tecnológico en la fabricación de los vehículos hizo que los motores fueran cada vez más potentes y por ello con requerimientos de mayor octanaje lo cual explica la progresiva reducción de la demanda de la gasolina 66 hasta su desaparición porque los motores “cascabeleaban” al detonar la gasolina 66 antes de alcanzar la compresión de los motores modernos.
En los años 90 se hizo evidente una creciente preocupación en todo el mundo para reducir las emisiones contaminantes y por ello se empezó a reducir el uso de un derivado del plomo que se usaba para elevar el octanaje y también se implementaron en los tubos de escape los “convertidores catalíticos” que son equipos que reducen significativamente los contaminantes que se emiten a la atmósfera. Por ello y como una señal al mercado de su interés en contribuir a mejorar la calidad del aire, PETROPERÜ decidió introducir al mercado en 1993 una nueva gasolina de 90 octanos y la primera sin plomo en el país (90 SP).
La nueva gasolina fue recibida con mucho entusiasmo por el mercado porque los carros fabricados en esos años ya disponían del “convertidor catalítico” y este equipo perdía eficacia con el plomo por lo que al contar con una gasolina sin plomo, ya podía funcionar de manera eficaz.
Mientras tanto la tecnología automotriz seguía avanzando y pronto se hizo evidente que se tenía que eliminar también el plomo de la gasolina de mayor octanaje (en ese momento de 95 octanos). Antes de hacerlo se hizo un estudio de la tendencia de los avances en la industria automotriz para ir a su ritmo porque de limitarse a quitar el plomo a la gasolina de 95 octanos podría ocurrir que pronto los vehículos nuevos iban a requerir mas de 95 octanos. Los estudios indicaron que la tendencia hacia mayor capacidad de compresión de los motores nuevos hacía conveniente reemplazar la gasolina 95 por una de 97 octanos que era la que en poco tiempo iba a ser requerida por el mercado automotriz, por ello la decisión técnica fue quedarnos con tres gasolinas: 84, 90 y 97.
Lamentablemente la decisión técnica que tenía sustento en la realidad del mercado y su evolución tecnológica se estrelló con la decisión política del Ministerio de Energía y Minas que dispuso que se oferten dos gasolinas de alto octanaje 95 y 97 “para que el público escoja”, ésto se agravó con la decisión posterior de una empresa del mercado que decidió ofertar una gasolina de 98 octanos.
En adición, el Estado, mediante Ley del Congreso y su posterior Reglamento, decidió que se debía agregar obligatoriamente alcohol a las gasolinas en costa y sierra y no en la selva (excluida por la tendencia del alcohol a mezclarse con el agua tan abundante en la selva).
Así llegamos a tener en la práctica 9 gasolinas en este pequeño mercado. Cabe mencionar que ésto se traduce en costos y controles que se multiplican de manera irracional porque cada tipo de gasolina tiene un Impuesto Selectivo al Consumo diferente y porque tiene que almacenarse y transportarse en buques, barcazas, camiones cisternas y trenes en compartimientos separados con controles, certificaciones y fiscalizaciones separados y finalmente vendidos en surtidores separados en los grifos o estaciones de servicio.
Nuestra propuesta, basada tanto en razones técnicas como en la realidad internacional es que debíamos quedarnos sólo con dos gasolinas. Estas podrían ser 90 y 97 teniendo un cuenta que la adición posterior del alcohol permitirá elevar en la práctica un par de números por lo que el octanaje en el surtidor será de alrededor de 92 y 99 octanos.
La ventaja de esa propuesta es que PERMITIRA REDUCIR COSTOS EN TODA LA CADENA OPERATIVA, COMERCIAL Y DE CONTROL. La reducción de costos no solo será en aspectos logísticos de almacenamiento y transporte y de ventas sino también en los análisis de laboratorio y el control administrativo e incluso en la fiscalización tributaria que sería mucho mas sencilla por la menor dispersión del Impuesto Selectivo al Consumo.
Podemos además imaginar que teniendo dos gasolinas certificadas de base, las estaciones de servicio podrán despachar gasolina con “octanaje a gusto del cliente” entre los límites señalados con dosificadores de mezcla en los surtidores que hoy la tecnología ya puede ofrecer.