Las exportaciones pesqueras, además de no pagar IGV puesto que se restituye este tributo, son incentivadas con un drawback, que no es sino un subsidio a la exportación.
Lo cual es útil en términos de promoción de exportaciones en general. Sin embargo la autoridad correspondiente debería considerar no solamente incentivar y premiar la exportación de proteína, sino colocar al mercado interno en igualdad de condiciones aplicando un incentivo similar que estimule y premie la venta de productos pesqueros al mercado interno. No es igual exportar espárragos, que muy pocos comen en el país, que exportar pescado que sí todos comen o pueden comer.
La autoridad sectorial de siempre, menciona el incremento del consumo de pescado como un objetivo, pero no presenta acciones concretas que muestren como alcanzarlo. Más allá de una declaración lírica de buenas intenciones, lo real es que el pescado es caro, no existe una red de frío a nivel nacional, ni una infraestructura adecuada para comercialización que asegure la continuidad del abastecimiento, la inocuidad y preservación de estos productos, así como el incremento de su oferta. El Perú, “país pesquero”, carece de pescaderías o tiendas especializadas en todo el país. Más allá de los mercados y supermercados no se encuentra pescado en bodegas, tiendas y barrios, como de hecho sí se encuentra pollo, carne y embutidos.
La inversión privada es nula o pequeña en esta área porque para la industria es más sencillo y beneficioso exportar estos productos. Las cifras así lo confirman. El eliminar el drawback y/o crear nuevos estímulos para generar la inversión en infraestructura de frío y el incremento de la oferta de pescado y mariscos dentro del país resultaría coherente con el discurso oficial y una política inclusiva.
La demanda nacional existe; pero es insatisfecha debido a los altos precios y a la ausencia de medios de distribución, almacenamiento y comercialización en todas las ciudades del país.
Los programas sociales no son una solución a largo plazo, como sí lo serían mecanismos de promoción que hagan atractiva la creación de pequeñas o micro empresas dedicadas a la comercialización interna de los recursos hidrobiológicos del país.
Existiendo necesidad y demanda de alimentos y de proteína, el Estado debe incentivar negocios de este tipo y/o realizar inversiones en infraestructura de frío para ser transferidas o vendidas al sector privado a fin de convertir este abastecimiento en un negocio, que además genere empleo, extendiendo su actuación a la capacitación en esta materia y a la educación al consumidor. La introducción de regalías a la extracción debiera proporcionar el financiamiento de esta inversión, así como para el mejoramiento de los DPAs.
La exportación no debe analizarse solamente desde el punto de vista de la cantidad de divisas generadas, (que son del exportador y no del país), sino desde la perspectiva de cuánto impuesto ha pagado, deducido el drawback y la devolución del IGV, así como el impacto desincentivador sobre el mercado nacional.
EPSEP fue una experiencia exitosa desde la perspectiva de la atención del mercado interno y la creación del hábito de consumo, de la cual debieran rescatarse sus aspectos positivos para introducir un esquema similar hoy día.
El aumento del consumo de pescado per cápita no se producirá con buenas intenciones ni discursos. Se producirá con acciones que estimulen a potenciales inversionistas a crear nuevos negocios y ganar dinero razonablemente, mientras a la vez cumplen una función social de generar empleo e incrementar el consumo de proteína en el país.
La solución ideal es poner a la exportación y a las ventas internas en igualdad de condiciones y estimular la inversión y consumo internos.
NOTICIAS, ANÁLISIS ECONÓMICO Y DE NEGOCIOS