En los últimos 100 años se ha alterado notablemente el efecto invernadero en el mundo, debido al incremento de los niveles de concentración media de dióxido de carbón y de metano, así como por la mayor cantidad de óxido de dinitrógeno en la atmosfera, lo que ha originado: (i) alteración de las corrientes marinas y masas de aire, (ii) incremento de los incendios en la Amazonía y la “sabanización”, (iii) crisis periódicas de agua y modificación sustancial del régimen hídrico y los ecosistemas, (iv) graves pérdidas en la agricultura, (v) incrementos de temperatura de entre 6°C a 7°C por regiones.
En lo que respecta al Perú, se estima que producto de la emisión de gases de efecto invernadero se darían incrementos de lluvias de hasta 20% mayores al promedio en la costa, sierra norte, parte de la sierra central y selva sur del Perú, y disminuciones de hasta 20% mayores al promedio en la selva norte, parte de la sierra central y sierra sur. Las lluvias extremas estimadas muestran un probable decrecimiento en los próximos 30 años en gran parte del territorio peruano. En general se muestra un incremento de la temperatura máxima de hasta 1, 6°C en promedio (0, 53°C/década) y de hasta 1, 4°C para la temperatura mínima (0, 47°C/década). La frecuencia de lluvias moderadas e intensas se ha incrementado en la costa y sierra norte, mientras que ha disminuido en la sierra central, en tanto que el número de días fríos tienen una marcada tendencia a disminuir y los días cálidos están aumentando en los últimos 40 años; en consecuencia, las noches frías están disminuyendo a la par del incremento de las noches cálidas.
Ante este escenario a nadie le queda duda que el Perú, que tiene una parte importante de su población orientada a la producción agrícola, necesita adaptar sus políticas de Estado a la mitigación de las consecuencias del cambio climático. Sobretodo teniendo a la Amazonía como su más importante activo para contribuir, aunque sea en baja escala, a reducir las emisiones. Las políticas que debe adoptar el Perú se enmarcan en los siguientes frentes de acción: (i) repotenciación de la conservación de sus bosques, profundizando el desarrollo de su foresteria, actividad ésta que a su vez redundará en un mayor valor de los bosques y una mayor capacidad forestal a ser utilizada como palanca financiera para atraer recursos para un mayor desarrollo de esa actividad, (ii) búsqueda de una mayor eficiencia energética en edificios, transporte e industria, (iii) búsqueda de un mayor abastecimiento de energía baja en carbono, y (iv) ampliación de su frontera agrícola para aportar carbono terrestre, siendo éste el elemento que más contribuye a mitigar las emisiones.
Todo esto no hace más que evidenciar que las políticas que pueda implementar el Perú, o cualquier país que pudiera verse igualmente impactado por el cambio climático, deben alinearse siempre bajo un enfoque de desarrollo económico sostenible que privilegie la inversión en tecnologías emergentes.