En una reciente entrevista con la cadena CNN el presidente Vizcarra sostuvo que el crecimiento económico del Perú no depende de la flexibilización laboral. Si bien reconoció los problemas asociados a la falta de flexibilización del mercado laboral, el Presidente consideró que es solo un factor puntual. Asimismo, el Presidente manifestó que “… al designar a un ministro [de Trabajo] que ha estado cercano al problema laboral desde el punto de vista del trabajador, nos va a dar los insumos e información suficientes para adoptar medidas para impulsar la formalización”. Refiriéndose a la situación política por la que atravesamos, el Presidente mencionó: “…todos [los políticos] por instinto de supervivencia, tenemos que cambiar la forma en la que hemos trabajado”.
El presidente Vizcarra, al igual que el autor de esta columna, ha sido formado como ingeniero por la Universidad Nacional de Ingeniería, UNI. Los ingenieros por naturaleza somos solucionadores de problemas. Los políticos, por el contrario, son motivados por sus aspiraciones del poder y por lo tanto se alimentan de la identificación de problemas y no en sus soluciones. Esta profunda diferencia de objetivos explica también por qué los políticos muy a menudo ignoran los consejos de los economistas (al menos los consejos de los economistas serios).
En un reciente libro, “Advice and Dissent: Why America Suffers When Economics and Politics Collide”, el profesor de Princeton, Alan Blinder, sostiene que la relación entre los economistas y los políticos es como la relación entre un borracho y un poste de alumbrado. El borracho es el político, el poste el economista. El problema es que el borracho utiliza el poste de alumbrado no como fuente de iluminación sino como soporte para no caerse.
El problema, según el profesor Blinder, es que mientras que el economista sigue una lógica aristotélica, el político no lo hace. Para el economista lo fundamental es el equilibrio en el mediano plazo que conlleva sacrificios en el corto plazo al que se denominan “costos de transición”. Para el político que tiene un horizonte que no va mas allá de la próxima elección, los costos de transición son un obstáculo que cierra el camino a su carrera política. Lamentablemente, esta es también la percepción de los ciudadanos de a pie. En estas condiciones difícilmente los consejos de los economistas serán adoptados por los políticos. Al final, los que toman las decisiones son los políticos y no los economistas. Cabe, por lo tanto, al economista ajustar sus propuestas para minimizar los costos de transición.
El caso de la flexibilización del mercado laboral es un ejemplo de esta situación. Existen abundantes estudios que demuestran la correlación que existe entre la flexibilización del mercado laboral y el crecimiento económico. En el Gráfico 1 presentamos la relación entre el PBI per cápita en US$ dólares PPP (Purchasig Power Parity) tomado de la base de datos del FMI para el año 2017 y el Índice de Flexibilidad Laboral preparado anualmente por el Heritage Foundation que asigna un índice entre 0 y 100 al grado de flexibilidad del mercado laboral de un país. Donde un mayor valor del índice denota mayor flexibilidad del mercado laboral. La muestra abarca 142 países de todas las regiones del mundo.
El gráfico es concluyente. Si bien existen otros factores que determinan el nivel del PBI per cápita de una nación, la mayor flexibilidad del mercado laboral de un país está correlacionada con mayores PBI per cápita. El Perú se encuentra en el rango medio del índice de flexibilidad laboral y por lo tanto existe mucho por hacer en materia de flexibilización laboral para alcanzar el PBI per cápita de países desarrollados.
La ubicación a media tabla del Perú podría indicar, como lo ha sostenido el presidente Vizcarra, que la flexibilización del mercado laboral no es un factor clave para el crecimiento económico. Al final de cuentas, el Perú ha crecido un promedio de 6% anual con la legislación laboral actual. Este es el argumento que sus asesores y el ministro de Trabajo vienen sosteniendo.
Lo que los asesores del ingeniero Vizcarra han dejado de lado es que el Perú ya no crece al 6% anual, ahora lo hace apenas al 3%. Es más, la mayor parte del crecimiento económico del Perú viene siendo generado por el sector minero donde el impacto de la flexibilidad laboral es menor debido al elevado uso del factor capital en este sector. Si uno hace el análisis de sectores intensivos en mano de obra como manufactura, transportes y comercio la historia es muy diferente. El caso del sector agropecuario es una excepción gracias al régimen laboral especial que flexibiliza el mercado laboral de este sector y que paradójicamente ahora se quiere eliminar.
Pero el verdadero problema de la rigidez del mercado laboral peruano es que fomenta la informalidad. Como lo sostiene Hernando de Soto, ante la existencia de un mercado laboral extremadamente rígido como el peruano, el agente económico busca soluciones fuera del sistema legal vigente. La flexibilización del mercado laboral se ha conseguido a través de la informalidad. La informalidad laboral ha logrado total libertad de contratación y despido y ha eliminado la estabilidad laboral. Hasta el sector público, mediante los contratos CAS, ha conseguido vulnerar la rigidez del mercado laboral.
En este contexto, resulta paradójico que se le pida al ministro de Trabajo medidas para impulsar la formalización del mercado laboral. No se le puede pedir peras al olmo. Lo que los asesores del Presidente no le informan es que los costos del avance de la informalidad laboral son muy elevados. El Estado no solo pierde la recaudación asociada al mercado laboral informal, sino que desfinancia al sistema de EsSalud y el sistema previsional. Adicionalmente, la baja productividad asociada al sector informal tiene un impacto significativo sobre el crecimiento económico.
El dilema del presidente Vizcarra es grande. O utiliza el poste de alumbrado que el ministro Tuesta le ofrece para iluminar el camino del crecimiento económico sustentado, o solo lo utiliza como soporte para mantener las rigideces del mercado laboral y el incremento de la informalidad. El presidente Vizcarra es un ingeniero y no tiene las condicionantes de una próxima elección en el horizonte que las tiene un político. Esperemos que la lógica aristotélica del ingeniero prime sobre opiniones políticas y populistas de sus asesores.