¿Cómo evitar el enfriamiento de la economía?

Se sabía que la economía peruana estaba desacelerándose año tras año (8, 8% en 2010, 6, 9% en 2011 y 6, 3% en 2012), lo que hasta cierto punto podía ser comprensible a la luz de la crisis y el estancamiento que embarga a las economías desarrolladas. Sin embargo, los datos más recientes del PBI y demás variables claves de la economía, muestran síntomas de un posible enfriamiento, que podría alejar la senda del PBI de su nivel de crecimiento potencial.

En marzo el PBI creció sólo 3%, la tasa mensual interanual más baja en más de tres años. El crecimiento interanual del trimestre enero-marzo 2013 fue 4, 7%; el menor primer trimestre de los últimos 3 años. Este bajo crecimiento se explica por una desaceleración generalizada de los sectores minería e hidrocarburos, manufactura, construcción, pesca, comercio y servicios. Aparte de la pesca, que es el sector que más cae (-20, 4%) por razones climatológicas, la manufactura es el sector más castigado por la contracción de la demanda externa, habiéndose retraído 3, 6% debido principalmente a que las exportaciones textiles y de confecciones se sitúan en torno a 1/5 debajo del nivel que tuvieron un año atrás.

Estamos pues – por qué no decirlo – ante signos de un evidente enfriamiento de la economía, gatillado por una drástica caída de la demanda externa (-11%), contrarrestada por una expansión de la demanda interna a un ritmo trimestral de 7, 5%, más robusto que el 4, 7% del mismo trimestre de 2012, pero insuficientemente robusto como para permitir que el PBI crezca 6% en el año 2013.

Si en lo que resta del año la demanda externa continúa declinando a un ritmo cercano a los dos dígitos, es evidente que la economía no va a poder crecer 6% en todo el año si la demanda interna no llega a expandirse alrededor de 9%. Para ello la inversión tendría que crecer más de 15%, permitiendo que el consumo privado – que en el primer trimestre creció al 5, 6% – mantenga una senda sostenible de crecimiento, sin desbordarse del rango de 5% a 6%, acompasada por una expansión del crédito de consumo que sea convergente con el ritmo de expansión del PBI, para evitar una crisis de pagos por sobre endeudamiento de las familias.

Mejor aún si se amortigua el desplome de la demanda externa activando las exportaciones de servicios, adormecidas por los decretos legislativos 1116, 1119 y 1125, que dejaron sin efecto los beneficios tributarios otorgados a las empresas exportadoras de servicios por la Ley de Promoción del Comercio de Servicios; beneficios que por lo demás son los mismos que gozan las empresas exportadoras de bienes, tanto en el Perú como en el mundo entero.

Cabe señalar que en el primer trimestre el consumo público creció alrededor del doble (11%) que el consumo privado, tasa que es insostenible si se endurecen las condiciones de la caja fiscal ante el deterioro de los ingresos de exportación. En otras palabras, el bajo crecimiento observado en marzo hubiese sido aún más bajo si el consumo público anduviera en un rumbo más sostenible. Ante un shock de demanda externa como el que el Perú viene afrontando, no cabe duda que lo más sano es impulsar la inversión púbica antes que el consumo público, porque a través de ella se puede ir cerrando la brecha de infraestructura que es fundamental para elevar la competitividad de la oferta agregada y así compensar el impacto de la menor demanda externa.

Con mayor razón, se debe incentivar la inversión privada, para lo cual no existe ninguna varita mágica, porque ésta depende del ambiente general para la inversión, que incide en la percepción de riesgo de los agentes económicos. Lamentablemente este ambiente se ha venido deteriorando últimamente, por el exagerado ruido político y la proliferación de discursos altisonantes y tremendistas respecto al devenir de la política económica y al compromiso del gobierno con el modelo de economía social de mercado.

Sin embargo, desde mucho antes se observa un atraso o parálisis de importantes proyectos de inversión privada, debido a trabas burocráticas o conflictos sociales que no son afrontados diligentemente, tanto por el lado del gobierno como también por una inadecuada comunicación social por parte de las propias empresas que generan valor a partir de los recursos naturales. El ministro de economía poco puede hacer por sí solo frente a ello, siendo el gobierno en pleno y el sector privado los que tienen que trabajar juntos para generar un ambiente propicio para la inversión. El gobierno, además, deberá ser más agresivo en la priorización y facilitación de la ejecución de la inversión pública regional y local, así como en la promoción y facilitación de la inversión privada.

En un contexto en el que la demanda externa cae en torno a los dos dígitos y no se vislumbra presiones inflacionarias en lo que resta del año, es propicio que el BCR comience a reducir su tasa referencial, sin esperar que la inflación anual se sitúe debajo de 2%. Ello ayudará a que el ministerio de economía imponga más austeridad al gasto corriente y se concentre en acelerar la inversión pública. Como se sabe, la inflación es un indicador imperfecto, que no revela en toda su dimensión la temperatura de la producción, como lo refleja la caída del PBI desestacionalizado en marzo, por primera vez en mucho tiempo. El BCR debe prepararse para reducir su tasa referencial en 75 puntos básicos en lo que resta del año y, sin esperar más, debe empezar ya con 25 puntitos.