En las últimas semanas hemos escuchado versiones optimistas sobre la recuperación de la economía. Tanto las autoridades como algunos economistas señalan que la recuperación de la economía está en camino y será significativa, lo cual se ha traducido en una mejora de las expectativas de los agentes económicos, medida por las encuestas realizadas por el BCRP. Se habla del crecimiento de las exportaciones y de la inversión pública y privada como claras señales de la recuperación económica. Se menciona la “revolución social” anunciada por el nuevo gabinete. Hasta se ha mencionado que la posible clasificación de nuestra selección para la Copa Mundial de Fútbol está contribuyendo a reactivar la economía. En esta entrega analizamos si este renovado optimismo tiene fundamento.
En el Gráfico 1 presentamos la evolución de las exportaciones e importaciones. Para evitar la estacionalidad hemos utilizado el acumulado de los 12 últimos meses. Se observa que las exportaciones, que venían superando a las importaciones desde el año 2003, cayeron por debajo de éstas a partir del 2013. El déficit comercial registrado durante los años 2014 – 2016 ha sido revertido (principalmente gracias a la mejora de los precios de los minerales) y los analistas económicos y las autoridades señalan que ello es una clara indicación de que la recuperación económica está en marcha y que el crecimiento económico del PBI será robusto (por encima del 4%). Sin embargo, mirando con detenimiento lo que viene ocurriendo con importaciones y exportaciones podemos ver que esto no es necesariamente cierto.
Por un lado debemos observar que el superávit comercial es reflejo del débil crecimiento de las importaciones lo que es una clara indicación de que la recuperación económica será tímida. De hecho, las importaciones se encuentran por debajo del nivel que tuvieron en el 2014. Por otro lado, el valor de las exportaciones aún se encuentra por debajo de los niveles del 2014 y su crecimiento en el último año se ha debido principalmente a la recuperación de los precios. En términos de volumen nuestras exportaciones se encuentran por debajo de los volúmenes del 2014. En otras palabras, el superávit comercial lo estamos obteniendo con un nivel de actividad económica inferior a la que teníamos en el 2014. Estas no son buenas noticias para el crecimiento económico. El país se ha vuelto menos competitivo y está entrando a un nuevo equilibrio que es inferior al que teníamos en el 2014. Estamos pagando las consecuencias de tener un tipo de cambio sobrevaluado y de no haber realizado las reformas estructurales necesarias para hacer más competitiva la economía.
El deterioro del ambiente de negocios (documentado en los reportes de competitividad del Banco Mundial) se refleja en la caída de los niveles de inversión. Sin inversión no podemos hablar de recuperación económica. Las autoridades y algunos analistas económicos anuncian que el crecimiento de la inversión está a la vuelta de la esquina, basándose en datos del crecimiento de las importaciones de bienes de capital de los últimos meses, como la mejor prueba de que la inversión ya está creciendo. En el Gráfico 2 presentamos la evolución de las importaciones de Bienes de Capital tanto a nivel mensual como el acumulado de los últimos 12 meses que elimina su estacionalidad. Queda claro que la tendencia de las importaciones de bienes de capital no muestra una clara reversión. El crecimiento registrado en los últimos meses aún no puede ser considerado como un claro indicador de la recuperación de la inversión privada.
Lo mismo podemos decir de la inversión pública. Su anunciado incremento con el Plan de Reconstrucción con Cambios probablemente no se concrete este año. La renuncia de su autoridad esta semana es una clara prueba de que la inversión pública no despega. Un alto porcentaje de los proyectos de reconstrucción están paralizados porque han sido observados por la Contraloría. En este contexto, de que inversión se está hablando. Difícilmente los trabajos de descolmatación de los ríos pueden ser considerados como inversión productiva.
Al escenario poco alentador de las inversiones debemos agregar el deterioro masivo de las cuentas del sector público. En anteriores entregas hemos demostrado que la deuda pública viene creciendo exponencialmente como resultado de los masivos déficits fiscales de los últimos años y que continúan creciendo como consecuencia de la errada política fiscal. El incremento del financiamiento de los déficits con deuda doméstica viene desplazando la disponibilidad de crédito doméstico para el sector privado (“crowding out”) y por ende limita su crecimiento.
El estancamiento de nuestra economía se refleja finalmente en la evolución de las reservas internacionales netas (RIN) que mostramos en el Gráfico 3 para el período 2002 – 2017. El nivel de RIN es un buen indicador antecedente de la marcha económica ya que es el resultado de todas las transacciones de la economía. La disponibilidad diaria de este indicador lo convierte en claro mensajero de la marcha de la economía. En el Gráfico 3 observamos que del 2002 hasta el 2013 las RIN crecieron en forma sostenida, con la excepción del 2008 que correspondió al año de la crisis financiera mundial. Sin embargo, desde el 2013 el nivel de las RIN se ha estancado o inclusive ha caído y no observamos ninguna recuperación en los últimos meses como para anunciar que la recuperación económica está a la vuelta de la esquina.
Es positivo que las autoridades y los analistas económicos transmitan mensajes de optimismo respecto a la marcha de la economía. Las expectativas juegan un factor decisivo en las decisiones de inversión y por lo tanto en el crecimiento futuro. Sin embargo, estos mensajes deberían estar respaldados con claras y sanas políticas económicas. Depender de la recuperación de los precios de los minerales y presentarlos como prueba de la recuperación económica no es una buena política. El milagro económico peruano de los últimos 25 años se ha basado en políticas fiscales y monetarias prudentes acompañadas de bien sucedidas reformas estructurales. Parece que hemos abandonado los pilares del modelo económico que tan buenos resultados nos ha dado en el pasado. En lugar de hacer anuncios de que la recuperación está a la vuelta de la esquina, deberíamos ponernos de acuerdo en una agenda de reformas estructurales que rescaten el modelo económico iniciado en los noventas.