Al igual que con la pandemia, las autoridades y muchos analistas económicos nos dicen que lo peor de la crisis ya pasó y que estamos en recuperación. Que ha aumentado el desempleo pero que es un fenómeno temporal producto de la prolongada cuarentena pero hay que dejar que el mercado siga su curso y se encargue de resolverlo. Que los programas Reactiva y los bonos han sido un éxito y que la subida del precio del cobre y la recuperación de la minería nos van a permitir retomar la senda del crecimiento económico.
Como en el caso del número oficial de fallecidos por COVID, la realidad económica es bastante diferente. Según el más reciente informe técnico del mercado laboral a nivel nacional del INEI, la población ocupada (formales e informales) del país en el trimestre móvil de abril-mayo-junio disminuyó en 39.6% respecto a similar trimestre del 2019, que equivale a la pérdida de 6 millones 720 mil puestos de trabajo.
El número de personas en edad de trabajar (PET) en nuestro país es de 24 millones 850 mil personas. De este número, a fines de junio apenas 10 millones 272 mil se encuentra ocupada. Es decir menos de uno de cada dos peruanos en edad de trabajar se encuentra ocupado. Y los datos de julio para Lima Metropolitana indican que la recuperación de puestos de trabajo viene muy por debajo de los resultados del crecimiento del PBI.
El número de puestos de trabajo perdidos como consecuencia de la cuarentena excede el número de desempleados registrado en una recesión tradicional. Ni siquiera en el periodo de la hiperinflación del primer gobierno de Alan García, el número de desempleados llegó a los niveles que tenemos actualmente.
En países desarrollados existe el seguro de desempleo que amortigua temporalmente el impacto del desempleo en la economía. En nuestro país, ante la ausencia de un seguro de desempleo, se han utilizado los programas Reactiva y los bonos para suplir la ausencia de un seguro de desempleo. Pero estos sistemas, por su naturaleza, son esquemas temporales. No se pueden prolongar indefinidamente.
En una economía sana la producción de las empresas genera empleo y ganancias que se traducen en ingresos para la población. Estos ingresos o se consumen o se ahorran. El ahorro se convierte en inversión y más producción creándose un circulo virtuoso de una economía en crecimiento.
Cada cierto tiempo las economías se ven sujetas a “shocks” que interrumpen el círculo virtuoso de crecimiento. Estos pueden ser un aumento del precio del petróleo, la caída de la bolsa, un terremoto, o una pandemia. Cuando una economía es estructuralmente sana, y el “shock” es moderado, un adecuado manejo de la política monetaria del BCRP (aumento de la liquidez o disminución de la tasa de interés) y de la política fiscal del MEF (mayor inversión pública, menos impuestos), son suficientes para que la economía supere el impacto del “shock” y vuelva a su círculo virtuoso de crecimiento económico.
Sin embargo, a veces sucede que los “shocks” son significativos y la economía no está estructuralmente sana. En estos casos la política monetaria o la política fiscal convencional no son suficientes y el circulo virtuoso del crecimiento económico se quiebra y se convierte en un círculo vicioso. Un “shock” moderado es equivalente a un refriado que con una dosis de aspirina se alivian los síntomas y un cuerpo sano por si solo se encarga de curar. Es solo dejar que el resfriado siga su curso para que el cuerpo sano se encargue de solucionar. Si el resfriado es fuerte, no hay problema, una dosis mas fuerte de aspirina se encargará de aliviar los síntomas y el cuerpo sano lo solucionará.
Pero si el cuerpo no está sano, el resfriado se puede convertir en una neumonía y en esos casos, no habrá dosis de aspirina, por elevada que sea, que pueda curar la neumonía. Se requiere otro tipo de medicamentos, en este caso antibióticos y no aspirina.
Igual sucede en economía. Un “shock” moderado es equivalente a una recesión económica que una adecuada política monetaria y fiscal permiten que el mercado siga su curso y devuelva a la economía el circulo virtuoso de crecimiento económico. Si el “shock” es severo, y la economía no está sana, el resfriado se convierte en neumonía y la política monetaria y fiscal convencional no es suficiente para evitar que el circulo virtuoso se convierta en circulo vicioso que es la depresión económica.
En el Gráfico 1 se ilustra el círculo vicioso de una depresión económica en la que podríamos caer si no se toman las medidas correctivas a tiempo. La prolongada cuarentena, qué duda cabe, ha generado una menor producción en nuestra economía. Esta menor producción ha motivado el despido de empleados o el cierre de empresas, especialmente de pequeñas empresas que son las que generan el mayor porcentaje de empleos. El programa Reactiva solo ha impedido que el cierre de empresas sea mayor. El aumento significativo del desempleo viene generando un aumento de la informalidad ya elevado antes de la pandemia. El informal es por definición menos productivo que el formal y por tanto es muy probable que la productividad de la economía esté cayendo significativamente. A su vez, el mayor desempleo, la menor productividad y la reducción de la actividad empresarial se han traducido en una caída significativa de los ingresos que la entrega de bonos y otros subsidios por parte del gobierno no ha podido neutralizar.
El menor nivel de ingresos genera una menor demanda, es decir las empresas no tienen a quien vender sus productos, y los consumidores y empresas no pueden pagar sus préstamos obligando a los bancos a reducir su intermediación. Todo esto genera una nueva reducción de la producción y el inicio de un círculo vicioso que se convierte en una depresión económica.
El eje del problema en nuestro caso es la falta de empleo. La informalidad es nada menos que desempleo camuflado, un desempleo oculto. Este problema viene antes de la pandemia. El COVID solo ha desnudado un problema estructural que el bajo nivel de la deuda pública y el elevado nivel de reservas internacionales vino encubriendo y que la falta de flexibilidad laboral y adecuada legislación laboral lo agravaron en los últimos 10 años.
La solución al problema entonces pasa por la generación de empleo formal productivo en forma inmediata. La población quiere trabajar, no recibir bonos o subsidios. Pero la solución al problema de empleo tiene que ser rápida, no se puede esperar que el mercado siga su curso. Los niveles de desempleo son tan elevados que un estallido social puede ocurrir en cualquier momento. Se ha producido una falla de mercado en el área laboral. Para restablecer el equilibrio se requieren medidas no convencionales.
El economista John Maynard Keynes fue el que estudió esta falla del mercado laboral y dio origen al pensamiento “keynesiano”. El presidente americano Roosevelt, en 1933, para salir de la Gran Depresión, creó el Civilian Conservation Corps (CCC) como instrumento de política fiscal para crear directamente 3 millones de empleos productivos y romper el circulo vicioso de la Gran Depresión. El CCC permitió con ayuda de las fuerzas armadas americanas, crear 300,000 puestos de trabajo productivos formales en sus primeros 4 meses de creación. El Perú necesita soluciones similares en forma inmediata para evitar caer en una abierta depresión económica.