Entre 1980 y 1994 el terrorismo contra el Estado Peruano ocasionó pérdidas económicas al país por más de US$ 42.000 millones, considerando tanto los efectos directos como indirectos. Es por ello que conocer del reciente hallazgo de pintas senderistas en diversos lugares de Lima Este y Huancavelica, causa profundo temor por la posibilidad del resurgimiento del lastre que desangró al país por más de una década y que se aplacó con un grandísimo esfuerzo de la población. Llama la atención que estas manifestaciones ocurran casi en tándem con la excarcelación de 8 líderes del Movadef y de Carlos Incháustegui (quien mantuvo escondido a Abimael Guzmán hasta su captura).
Todos los peruanos, sin exclusión, deben tener siempre presente las terribles consecuencias de 14 años de infierno terrorista, y si no, para los más desmemoriados MAXIMIXE les refresca la memoria: (1) drástica reducción del stock de capital por la destrucción de activos como maquinarias, torres de alta tensión, plantas eléctricas, vehículos, puentes, locales comerciales y bancarios, etc. por más de US$ 11.800 millones; (2) dramático recorte de la fuerza de trabajo por la muerte de más de 69 mil personas; (3) incontrolables flujos migratorios hacia las ciudades de Lima, Huancayo, Ica, Cusco y Juliaca que marcaron el inicio del caos urbanístico del país y hacia el extranjero vía fuga de capital humano calificado de más de 150 mil personas; (4) el pbi per capita retrocedió de US$ 938 a inicios de los 80s a US$ 718 a inicios de los 90s, merced a desequilibrios macroeconómicos de gobiernos perturbados por la violencia; (5) trastorno en la toma de decisiones de inversión y consumo con el colofón de huida de capitales internacionales y cierre de empresas nacionales; (6) fortalecimiento del narcotráfico, corrupción y otras actividades ilícitas; y (7) trauma psicológico que enquisto la desconfianza en el alma de la sociedad peruana. Los errores de la historia no deben repetirse jamás.