La rentabilidad de una empresa, incluyendo a los bancos, constituye típicamente una de las fuentes clave de la generación de capital, en forma de ganancias acumuladas. Un sistema bancario sólido se basa en la existencia de bancos rentables y adecuadamente capitalizados. El capital no sustituye una gerencia deficiente ni una gestión de riesgo mala, una pobre gobernabilidad corporativa o unos controles internos débiles. Tradicionalmente, la fuente principal de ingresos de un banco estuvo centrada en los intereses; sin embargo, hoy en día muchos bancos dependen tan igual de los intereses como de las comisiones por servicios. Esta tendencia implica mayor volatilidad de las ganancias y de la rentabilidad, así como un perfil de riesgo diferente al de un banco tradicional.
Como quiera que los bancos están sujetos a requisitos mínimos de capital, la tendencia de los bancos a brindar servicios (no financieros) que generen comisiones, si bien sería una decisión adecuada por no comprometer mayor capital, en la práctica podría no serlo porque les genera menores rentabilidades, las que aprovechando economías de escala pudieran llegar a constituir una parte importante de los ingresos de los bancos. Las tendencias que conlleva la tecnología confirmarían que a futuro los ingresos por comisiones superarán a los intereses.
Frente a estos retos que le ha puesto la tecnología a la banca, ésta tendrá que ir ajustando sus modelos de suficiencia de capital para reconocer que la relación banca- cliente será cada vez más compleja y por tanto generadora de mayores riesgos. Los requerimientos de capital por riesgo operativos tomarán mayor importancia, por tanto, se seguirá cayendo el paradigma de que los servicios que generan comisiones no demandan requerimientos de capital. En este contexto, el smartphone ha dotado al cliente de una fortaleza tan grande que el camino de la banca en el futuro va a estar íntimamente ligado a la evolución del comportamiento del cliente.