El agua será la piedra en el zapato que podría impedir que el Perú sea admitido en la OCDE. El problema no es ausencia de agua. El agua que discurre por los ríos que vienen de la Cordillera de los Andes es de alrededor de 2.046.287 MMC anuales, lo que a su vez deriva en un potencial energético de más de 60 mil MW. Pero, dicho potencial hídrico, no se aprovecha en toda su magnitud por que la capacidad de captación o represamiento hídrico no permitiría aprovecharlo más de un tercio. Esta situación se agudiza por las anomalías climáticas que están reduciendo dicho potencial debido a que las reservas de agua (glaciares) se encuentran en retroceso o reducción, generando que los flujos base de los ríos sean más bajos; y si a eso se suma la pérdida de cobertura vegetal y deforestación, dichos flujos base se vuelven más pronunciados y más cortos, marcando dos períodos bien definidos, uno de avenidas, de diciembre a marzo y el otro de estiaje de abril a noviembre. Alrededor de dos tercios de agua se producen en períodos de avenidas.
La más perjudicada con esta problemática sería la agricultura, donde se estima que sólo dos tercios de las unidades agropecuarias tendrían licencia, a las que se les garantiza la provisión de agua. El tercio restante, sólo tiene un permiso que le permite acceder al agua en los períodos de avenidas, siempre que antes se cubra las necesidades de agua asignadas a las que tienen licencia. Las unidades agropecuarias con licencia y permisos podrían mejorar su competitividad e inversión si el Gobierno Peruano se propusiera impulsar por todo lo alto una estrategia de promoción de la participación público privada en inversión en infraestructura hidráulica, que permita aprovechar mejor el agua que se produce en períodos de avenidas y evitar el desaprovechamiento del agua que termina en el mar. El círculo virtuoso entre desarrollo económico y provisión de agua ya ha sido probado con evidencia empírica. Ahora, que los políticos dicten las políticas adecuadas para pasar de las palabras a la acción.