“Reactivar” es una palabra que encanta a los políticos; pretexto perfecto para las grandes pachangas de gasto improvisado, sin control ni mayor impacto sostenible a largo plazo. Tras la desastrosa política sanitaria y económica anti Covid-19 que ha catapultado al Perú a la cabeza de América Latina en magnitud de recesión y desempleo, el presidente Vizcarra se apresta a lanzar un mensaje de sabor reactivador en su discurso ante el Congreso, con ocasión del aniversario patrio. Sin embargo, no es la “reactivación” la mejor receta para salir del hoyo.
Qué bueno sería que se pudiera salir de manera sostenible del fondo del hoyo al que nos ha metido el gobierno, simplemente gastando más y más, con más corrupción e improvisación. Hoyo de lodo y resbaladizo para muchas micro, pequeñas y medianas empresas que ya quebraron o están al borde del colapso. En todo caso, ya perdieron gran parte de su patrimonio y su capital humano.
Hoyo que se ha tragado a más de 3 millones de desempleados generados en estos meses de pandemia, buena parte de los cuales no saldrán de su condición de desempleo de manera permanente, si no es con una restitución y reconversión del tejido empresarial que ha quedado en escombros, ante la ausencia de ayuda económica oportuna.
El verdadero reto es realizar un relanzamiento y una reconversión inclusiva de la economía, desde una perspectiva de mediano y largo plazo, a la luz de los cambios estructurales que se avizoran en la Era Post Covid.
La “nueva normalidad” que se requiere para evitar que la tragedia sanitaria y económica que estamos viviendo se vuelva a repetir en el futuro, es muy distinta a la “normalidad pre Covid-19”. Será una normalidad verdaderamente nueva solo en la medida que se afiance en la aceleración de las reformas estructurales pendientes: reforma del Estado, reforma de la salud, reforma de la seguridad social, reforma educativa, reforma judicial y reforma electoral.
Además, el gobierno tendría que crear un Fondo de Reconversión Inclusiva de unos S/ 50 mil millones, financiado con S/ 20 mil millones provenientes de Reactiva Perú 2, más S/ 30 mil millones adicionales. Estos recursos se asignarían durante 3 años a programas y proyectos que demuestren tener impacto en cinco objetivos primordiales: (1) la formalización y el desarrollo competitivo de las Mipymes; (2) la seguridad alimentaria y nutricional; (3) la transformación hacia una sociedad sostenible y resiliente; (4) el impulso de una economía circular; y (5) el desarrollo de una economía digital.
Para empezar, no podrá haber una “nueva normalidad” verdadera sin una recuperación de los ingresos de los hogares pobres e informales. Restituir y repotenciar su tejido empresarial y de negocios no debe hacerse por mero sentido de “obligación humanitaria”. Dejar que la mayor parte de los recursos de ayuda del Estado beneficie al segmento socioeconómico A, hará que la reactivación sea lenta y no pueda ser sostenible.
El gobierno se dispara al pie al propugnar una distribución no inclusiva de la torta estatal anti Covid-19, desde que los segmentos socioeconómicos de más bajos ingresos (C, D y E) significan el 58% del consumo privado, el cual a su vez equivale al 65% del PBI. Mientras que, de otro lado, el 55% del consumo del país es abastecido por empresas informales.
A futuro, no podrá haber seguridad nacional sin población resiliente a nuevos brotes pandémicos. Para lo cual debe tener su sistema inmunológico protegido por una seguridad alimentaria y nutricional sustentada en un patrón de consumo distinto al actual, sustentado en una oferta repotenciada de productos biodiversos provenientes de una agricultura familiar robustecida.
La transformación hacia una sociedad sostenible y resiliente, el impulso de una economía circular y el desarrollo de una economía digital supone que el gobierno tenga que empezar a invertir en lo que no se ve, como el desarrollo de redes y clusters de Mipymes formalizadas, competitivas y sostenibles, participando en el reciclaje y la reutilización del agua y los residuos sólidos, la eficiencia energética, el uso masivo de datos, la inteligencia artificial, la adaptación contra el cambio climático, la minimización de la producción al mínimo indispensable, la reutilización de elementos que no pueden volver al ambiente, la utilización de la mayor cantidad de materiales biodegradables posibles en la producción de bienes de consumo, el fomento de sistemas de alquiler de bienes durables para disminuir su subutilización, etc.
Ojalá este 28 de julio escuchemos un mensaje presidencial con visión de futuro y que, más allá de los usuales fuegos artificiales de palabras y promesas respecto a la construcción de un gran número de hospitales y kilómetros de carreteras que nunca pasan del tintero, contribuya a proyectar al Perú al cumplimiento de los 17 “Objetivos de Desarrollo Sostenible” previstos en la “Agenda 2030” de Naciones Unidas[1] y a los cuales el Perú se ha comprometido.
[1] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/development-agenda/