Aunque suene paradójico, para lograr diversificar la base productiva del país, haciendo menos dependiente la economía de la producción de materias primas, se requiere de un esfuerzo de concentración o articulación productiva empresarial y también de un esfuerzo de focalización de la política diversificadora, para evitar que ésta devenga en un populismo micro-empresarial rampante.
El Plan de Diversificación Productiva que viene siendo promovido desde el Ministerio de la Producción, plantea tres ejes tres ejes estratégicos de política: (i) la promoción de la diversificación productiva ampliando el espectro de actividades de exportación, a través de mecanismos de promoción del acceso a insumos e información, el desarrollo de estándares de calidad y la innovación; (ii) la simplificación administrativa y la eliminación de trabas burocráticas generadoras de sobrecostos; y (iii) el aumento de la productividad empresarial a través de la promoción del desarrollo logístico y de la provisión de infraestructura productiva, servicios públicos y la difusión tecnológica.
Sin embargo, todo este arsenal no está llamado o no debe estar llamado a promover el desarrollo productivo de toda la gama de empresas del país, pues el Perú es un caso extremo de fragmentación de la producción en el contexto latinoamericano, donde el 96, 4% de las empresas manufactureras son de no más de 5 trabajadores, siendo sólo el 3, 2% empresas de entre 5 y 10 trabajadores y apenas el 0, 4% son medianas y grandes empresas. Le siguen México y Bolivia, donde alrededor de 90% de los negocios son de empresas de hasta 10 trabajadores, mientras en Argentina ese ratio no pasa de 84%. En contraste, en Estados Unidos sólo el 54% de sus empresas son empresas de hasta 10 trabajadores.
Tamaña fragmentación empresarial complica grandemente la posibilidad de diversificar la oferta y elevar la productividad de la industria y demás sectores productivos y de servicios. Es un hecho que mientras más pequeñas son las empresas tienden a ser menos productivas. Un estudio del BID revela que, a nivel de América Latina, el capital y los recursos humanos en una empresa de más de 100 trabajadores, típicamente, generan el doble de producto que si estuvieran dispersos en una decena de empresas de 10 trabajadores cada una.[1] Estas asimetrías de productividad llegan a ser todavía mayores en países como Brasil, El Salvador y Venezuela, donde las firmas grandes son al menos tres veces más productivas que las pequeñas.
Si bien no existe un solo tamaño óptimo de empresa[2] y el mismo varía dependiendo del rubro industrial, por mucho tiempo la megaempresa fue el paradigma de eficiencia y productividad, por su capacidad para explotar ventajas de escala. No obstante, hoy en día el proceso de globalización permite que muchas empresas de menor tamaño puedan aprovechar ventajas de especialización y relacionamiento personalizado con sus clientes y proveedores, aprovechando el amplio acceso al conocimiento y la comunicación en línea facilitada por la revolución de las TICs.
El vertiginoso desarrollo de la microelectrónica y las telecomunicaciones ha permitido sintetizar los procesos de la empresa y el acceso al mercado, contribuyendo así a reducir el tamaño óptimo para ser eficientes, así como a facilitar el trabajo en equipo a través de redes empresariales y sociales. En este contexto, el concepto ‘small is beutifull’ postulado por Schumacher a fines de los 70’s[3] ha recobrado vigencia como imagen proyectada de una sociedad liderada por empresas de menor tamaño con amplio espacio para desarrollar su eficiencia y productividad, más adaptadas a las exigencias de flexibilidad que impone la economía global.
Sin embargo, las empresas unipersonales de subsistencia dominantes en el Perú distan mucho de encajar en el modelo “small is beutiful”, porque en su gran mayoría no están enfocadas a la generación de valor, ni cuentan con recursos humanos cohesionados por una visión y un compromiso de mejoramiento continuo. Más que empresas son actividades de refugio o autoempleo ante la incapacidad del sector empresarial de generar oportunidades de empleo al mismo ritmo que el crecimiento de la fuerza laboral. Al ser tan numerosas estas ‘microempresas’ unipersonales absorben una proporción importante de los recursos productivos, especialmente laborales.
La mayor debilidad de muchas empresas unipersonales y microempresas de 1 a 5 trabajadores es su carencia de cultura empresarial y competitiva. Para empezar, las Mypes en el Perú están dirigidas por personas que en un 40% tienen primaria completa o incompleta, 50% tienen secundaria completa o incompleta y sólo el 10% tienen estudios superiores. La educación primaria y secundaria que han recibido muchos de ellos es de muy baja calidad, orientada a la recepción pasiva de contenidos teórico-memorísticos, soslayando la búsqueda activa de contenidos orientados a la preparación para el trabajo y a la vida empresarial. Ante esta situación, diversificar productivamente requerirá de una reforma educativa mayúscula, que ha sido políticamente difícil de enrumbar, aunque el actual ministro de educación viene dando los primeros pasos.
Mientras llega la mejora de la calidad educativa, el Perú podría ganar mucho en productividad si reasignara los recursos de las empresas unipersonales a Mypes de mayor tamaño o redes de Mypes articuladas a cadenas de valor. Al Estado le corresponde promover la conformación de asociaciones de Mypes con aspiración competitiva, así como el desarrollo de emprendedores con las mejores condiciones para escalar competitivamente. Para ello, se necesita un marco de política estable de promoción del desarrollo productivo.
Para llevar adelante esa política de promoción del desarrollo productivo, felizmente se cuenta con diversas herramientas de capacitación, asistencia técnica y asesoría probadas a lo largo y ancho del territorio del país por varias instituciones. El problema es que se trata de esfuerzos dispersos y desarticulados, conociéndose poco acerca de sus impactos, aunque se sabe que ha habido impactos positivos en algunas ramas y zonas del país. Sería inconveniente ponerse a crear desde cero nuevas herramientas sino empezar por construir un Inventario de Iniciativas en marcha (CITEs, IPAE, SENATI, TECSUP, COSUDE, etc.), para luego identificar las experiencias exitosas y emprender un Programa de Articulación de Experiencias Exitosas, con soporte de cooperación y bajo el liderazgo del Ministerio de la Producción. Para la asignación de recursos de promoción, es fundamental subrayar que se debe priorizar áreas de intervención de alto impacto.
[1] “La Era de la Productividad”, Ideas para el Desarrollo en Las Américas, Volumen 21, Enero-Abril 2010, BID, Departamento de Investigación
[2] Un factor fundamental para determinar el tamaño óptimo de una planta dedicada a producir bienes industriales es la demanda actual y potencial que habrá de satisfacerse, además de la tecnología disponible y los procesos correspondientes. Para mayor amplitud véase González Santoyo, F. y otros “Determinación del Tamaño Óptimo de Empresa”, Segundo Taller Latinoamericano de Investigación de Operaciones. México, 2007.
[3] Schumacher, E.F., Lo Pequeño es Hermoso, Editorial Hermann Blume, 1978.