La economía mundial se asemeja a un carro atollado en arena movediza, que comienza a emerger del hoyo tras incontables arremetidas con el acelerador a fondo. Se trata de un estado complejo, en el que levantar cabeza del atolladero no significa necesariamente que se vaya a salir del todo de él. Del mismo modo, conforme los bancos centrales se demoran más en sacar el pie del acelerador, se corre el riesgo de ahondar el hoyo, volviéndose más difícil salir a flote. Por ello, algunos de ellos han empezado a retirar sus estímulos monetarios, aunque gradualmente. Por el momento esto viene apuntalando la probabilidad de una continuidad de la fase expansiva hacia 2018, a un ritmo de 3,5% o 3,6%.
Ante las recientes expectativas de que la FED no subiría sus tasas referenciales sino hasta el tercer trimestre de 2018, junto a expectativas similares respecto a los bancos centrales de Europa, China y Japón, la economía mundial siguió repuntando en el tercer trimestre, al mantener el ritmo de crecimiento (3,5%) que ya había logrado en el segundo trimestre, contribuyendo a la recuperación coyuntural de las economías del Perú y el resto de América Latina.
Sin embargo, esta perspectiva favorable se da en un contexto de fuertes nubarrones políticos y geopolíticos, que eventualmente podrían modificar completamente el escenario. Más allá de las tensiones bélicas exacerbadas por los irresponsables entredichos entre los mandamases de Estados Unidos y Corea del Norte -Donald Trump y Kim Jong-Un, el nubarrón más amenazante es la galopante pérdida de liderazgo de Donald Trump dentro y fuera de Estados Unidos, al punto de haber convertido a la Casa Blanca en un gran sancochado de asesores y consejeros que salen y entran sin ton ni son, y haber desatado una confrontación abierta con la bancada republicana en el Senado. Trump carga con la espada de Damocles de un eventual juicio político en el congreso por su presunta colusión con Putin para evitar el triunfo de Hillary Clinton.
No es de extrañar, entonces, que la economía de Estados Unidos marche en ‘piloto automático’, movida por las expectativas positivas que despertó la herencia de bajo desempleo dejada por la Administración Obama, sumadas al viento a favor desatado por la promesa electoral de Trump consistente en un fuerte recorte de impuestos y una vigorosa elevación de la inversión pública.
En caso de que los agentes económicos se convencieran de que -dada la prematura debacle del liderazgo de Trump- estas políticas nunca pasarán de la retórica a la práctica, los síntomas de bonanza podrían desvanecerse en algún momento. De hecho, el desencanto con Trump ya viene generando el mayor debilitamiento del dólar desde 2011.
Si bien las cotizaciones de la bolsa de Nueva York vienen alcanzando niveles récord, esa expansión no está respaldada en aumentos de productividad, en tanto que las familias, las empresas y el gobierno están más sobre endeudados incluso que en la etapa previa a la crisis financiera de 2008. La chispa en la pradera no tendría que prenderse necesariamente en Wall Street, sino en otros focos de pólvora financiera, como lo son China e Inglaterra, por sus altos niveles de endeudamiento.
En el segundo trimestre la economía de Estados Unidos creció a un ritmo inesperado, el más rápido desde principios de 2015. Rebotó con una tasa de 3,1% desde el minúsculo 1,2% del primer trimestre, ante el repunte del consumo, la inversión y las exportaciones de servicios, aunque es difícil que ese ritmo se mantenga en el tercer y cuarto trimestres, dado el impacto devastador de los huracanes Harvey, Irma y María en varias zonas de Texas, Louisiana, Florida, Puerto Rico e Islas Vírgenes, aun cuando en el cuarto trimestre empezarán a ser visibles los efectos reactivadores del gasto de la reconstrucción.
La vulnerabilidad del entorno económico, financiero, político y geopolítico es caldo de cultivo para un mercado cambiario muy incierto. Cualquier modificación del status quo -la aplicación del paquete fiscal de Trump, el adelanto del cronograma de elevación de las tasas referenciales de la FED, una crisis financiera en China o Inglaterra, un juicio político contra Trump- podría agudizar la aversión al riesgo de los inversionistas, induciendo una fuerte depreciación del sol frente al dólar, llevando el nivel de endeudamiento público a niveles que gatillarían una pérdida del grado de inversión para las principales calificadoras de riesgo.
MAXIMIXE estima que, de no mediar un shock político, geopolítico o financiero desestabilizante, la economía norteamericana culminaría el año 2017 creciendo 2,2%, pudiendo empinarse a 2,4% en 2018, muy por debajo de la meta de 3% pregonada por Donald Trump. Mientras que la Unión Europea crecería 1,9% en 2017 y 1,8% en 2018, en tanto China mantendría un ritmo de 6,7% en 2017 y 6,5% en 2018.
En perspectiva al año 2021, es poco probable un escenario de auge vigoroso de la economía mundial, siendo el escenario más probable uno de crecimiento moderado, sujeto a crecientes amenazas de shocks políticos, geopolíticos o catástrofes financieras. En este contexto, le vendría bien al Perú contar con un gobierno y un congreso con visión y dispuestos a emprender reformas profundas que nos vacunen contra la fiebre amarilla y la peste global.