El mundo vive su peor escenario económico en décadas, por la confluencia de una crisis productiva (probabilidad de recesión mundial al tope), crisis inflacionaria persistente ante un exceso estructural de dinero emitido por los principales bancos centrales, crisis de deuda pública, crisis financiera (burbujas de activos), crisis logística (interrupciones de la cadena de suministros), crisis energética, crisis microeconómica (multiplicación de empresas zombi), crisis inmobiliaria (desaceleración / caídas de precios de las viviendas en USA, Europa y China) y crisis cambiaria.
Todas estas crisis se retroalimentan, generando incertidumbre respecto a la magnitud y duración de sus impactos. Para colmo, a diferencia de crisis anteriores, los países vienen respondiendo con políticas monetarias y fiscales desincronizadas; factor que agrava la incertidumbre y reduce su poder de mitigación.
Estados Unidos prioriza el combate contra la inflación, con medidas de ajuste monetario (alzas de tasas referenciales), muy agresivas para unos y muy tibias para otros, aunque de por sí vienen generando una revaluación del dólar y el hundimiento del euro, la libra esterlina, el yuang y demás monedas del mundo. Lo que significa una mayor presión inflacionaria vía el encarecimiento de las importaciones, así como una fuga de capitales hacia Estados Unidos.
Para mí, el ajuste monetario viene siendo muy tibio y tardío. En lugar de cortar de raíz el exceso de liquidez, madre del cordero de la inflación, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y el Banco Central Europeo se han ido por la ruta del ajuste gradual de sus tasas referenciales. Un gradualismo que incentiva el surgimiento de acuerdos de indexación de salarios e indexación de precios y contratos de abastecimiento, lo que pondría en la palestra un ingrediente de aceleración inercial a una inflación que ya es persistente.
A pesar de ser tibio el ajuste de la FED, por ser relativamente más rápido, viene ahondando la “exportación de inflación” desde Estados Unidos al mundo. Esto, en un contexto recesivo: en el primer trimestre su PBI cayó 1,6% y en el segundo trimestre cayó 0,6%. Si bien en el tercer trimestre puede ser que evolucione positivamente por una caída de las importaciones, la perspectiva de una recaída recesiva en un plazo de 12 meses se aproxima al 100%, según Bloomberg, ante un consumo de los hogares, las empresas y el gobierno con tendencia constante a la baja.
La inflación persistente viene encendiendo la mecha de los conflictos sociales en Europa, Asia y América Latina, por parte de segmentos poblacionales muy golpeados por la baja calidad de sus empleos. Tranquilamente este fenómeno podría trasladarse a Estados Unidos, donde si bien la tasa de desempleo sigue baja (3,5%), a nivel de la población juvenil se aproxima al doble, mientras que la población asalariada viene soportando una tasa de inflación anual de 8,2% a septiembre, que no refleja las alzas mucho más pronunciadas de los comestibles, el gas, los servicios públicos y los gastos de salud. Ante ello, los hogares vienen cerrando su presupuesto familiar del mes recurriendo a sus ahorros y contrayendo más deudas de tarjetas de crédito.
De otro lado, ante tasas de interés cada vez más altas, en países con fuertes déficits fiscales la ampliación del gasto público requerirá préstamos adicionales cada vez más caros para poder financiarse, lo que retroalimentará los riesgos crediticios y las subidas de tasas.
Algunos países, como el Reino Unido y el Perú, inocentemente han preferido luchar contra la recesión aplicando “planes de reactivación” que incentivan la expansión de la demanda interna vía transferencias de dinero a segmentos de la población (regalar plata con ventilador), añadiendo más fuego a la hoguera inflacionaria.
El FMI ha advertido que un tercio de la economía mundial estará en recesión en 2023 y tibiamente aconseja a los países a prepararse para adoptar medidas más duras si las presiones alcistas de los precios se arraigaran.
¿Para qué aconsejar hacer más tarde lo que se puede hacer hoy? Así las cosas, la recesión en Estados Unidos y el mundo puede ser tan o más severa y prolongada que la de 2008. Definitivamente, lo peor está por venir. Y no sólo hay que estar preparados, sino que hay que actuar preventivamente desde hoy.