El gran salto competitivo del Perú

Si bien por largos años la economía del Perú se ha mantenido entre las más dinámicas de América Latina, su crecimiento nunca ha llegado a tener la potencia de los países conocidos como los ‘Tigres Asiáticos’ (Singapur, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwan), que crecieron de manera exponencial entre 1960 y principios de este siglo. Ni tampoco ha alcanzado el dinamismo de los llamados ‘Tigres de Segunda Generación’ (Malasia, Tailandia, Filipinas, Brunei e Indonesia), quienes junto a Singapur conforman la ASEAN (Asociación de países del Sudeste Asiático).

El vuelco económico de esos países fue tan grande que hoy en día se ubican entre las 15 economías más competitivas del mundo, habiendo Singapur desplazado a Estados Unidos en el primer lugar. Las industrias intensivas en mano de obra, como la textil, de productos eléctricos y electrónicos, están entre las más dinámicas y competitivas a escala mundial.

La buena performance económica de estos países se afianzó en una agresiva política de diversificación productiva sustentada en una sustitución creativa de importaciones y un crecimiento vigoroso de la exportación de productos industrializados. Política que tuvo como soporte un sistema de planificación a largo plazo que dio prioridad a una fuerte inversión estatal y un desarrollismo dirigido a través de mecanismos institucionales (zonas francas, exoneraciones de impuestos condicionadas a compromisos de inversión y transferencia de tecnología, etc.).

Dicha política también tuvo como pilar darle elevada prioridad a la calidad educativa y a la innovación, buscando una sincronía entre el cambio tecnológico y el desarrollo de conocimientos, habilidades y destrezas, empezando por los fundamentos. Es así que los estudiantes secundarios de los países del sudeste asiático hoy por hoy ocupan los primeros lugares en comprensión lectora y destrezas matemáticas.

Sin embargo, también es cierto que el costo social de esa expansión vertiginosa fue alto, sobre todo en sus primeras fases, reflejándose en niveles de contaminación ambiental elevados y baja calidad del empleo. Si bien en general estos países muestran una distribución del ingreso mejor que la del Perú y el promedio de América Latina, todavía países como Indonesia y Tailandia mantienen altos niveles de desigualdad. Ello debido a que su modelo de desarrollo privilegió la industrialización de bajo costo, con mano de obra barata.

Perú tiene mucho que aprender de estos países, aunque sin que ello signifique que tenga que seguir su mismo modelo de desarrollo. Pero, ante todo, Perú debe aprender de sus propios errores. No podemos seguir sustentando nuestro magro crecimiento económico en la exportación de materias primas, dejando nuestra estructura productiva anquilosada.

Nuestra estructura productiva se ha diversificado muy poco, manteniendo su sello primario exportador y, además, sus mercados han tendido a concentrarse más, restringiendo la competencia y, por ende, el potencial competitivo del país.

Desde el Estado no se ha vislumbrado una política explícita y decidida orientada a diversificar y desconcentrar la oferta de bienes y servicios, para generar mayor valor agregado y más competencia y, por ende, mayor competitividad.

Nuestra política de promoción de la competitividad se ha circunscrito a una simplificación administrativa tendiente a concentrar sus esfuerzos en la mejora formal de indicadores del Doing Business, sin buscar una verdadera ruptura del status quo burocratizante, sólo encarable con una profunda Reforma del Estado.

A diferencia de los ‘milagros económicos’ de los ‘Tigres Asiáticos’, el crecimiento de la economía peruana no ha venido acompañado de un vigoroso proceso de industrialización capaz de tomar la posta de los sectores primarios como ‘drivers’ del crecimiento.

En la sociedad del conocimiento que rige a esas economías, cobran preeminencia las clases profesionales y técnicas en la distribución ocupacional, así como las funciones de planificación, innovación y control del crecimiento tecnológico; características ausentes en el Perú, donde priman los trabajadores independientes sin preparación profesional o técnica, la toma de decisiones con criterios cortoplacistas y la aversión al cambio.

Perú sigue alejado de la sociedad del conocimiento global a la que vienen sumándose diversos países que aplican políticas consistentes de desarrollo de la innovación, la ciencia y la tecnología, quienes vienen acumulando las mejores condiciones para un crecimiento sostenible a largo plazo. La exitosa experiencia de industrialización en Asia del Este proporciona algunas lecciones importantes sobre cuáles deben ser las políticas fundamentales para una industrialización exitosa:

  • Aparato del Estado gestionado por profesionales reclutados con métodos competitivos, permitiendo mayor autonomía y eficacia en el funcionamiento de las entidades públicas.
  • Apoyo del Estado al sector privado condicionado a resultados.
  • Las empresas privadas tuvieron que competir unas con otras desde muy temprano, y el Estado nunca permitió que ninguna monopolice el mercado, promoviendo la desconcentración empresarial.
  • Tras lograr una competitividad básica con base en la política anterior, se promovió la industrialización orientada a la exportación y se liberalizó los mercados.
  • Fuerte impulso a la educación de calidad, empezando por la educación escolar.
  • Agresivas inversiones en investigación y desarrollo por parte del Estado y la iniciativa privada, dando prioridad a la capacitación técnica en áreas demandadas por actividades de elevado dinamismo potencial.
  • Política de desarrollo de servicios intensivos en tecnologías de punta con potencial de crecimiento vertiginoso.

Para ello hay que promover la competencia, la iniciativa empresarial y el emprendimiento, con un nuevo Estado autónomo de los grupos de poder, árbitro riguroso, coordinador estratégico, promotor de la inclusión social de todos los peruanos y facilitador de un desarrollo productivo innovador que articule a las micro, pequeñas y medianas empresas en cadenas de valor competitivas.