El Perú más allá del APEC

El APEC resultó siendo el mejor pretexto para encender las luces de peligro sobre la siembra de una ola proteccionista por parte del activismo de izquierda, que ahora pretendería liderar el flamante presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, desde la orilla opuesta de derecha extrema. Es decir, izquierda y derecha unidos contra lo que unos llaman neoliberalismo y los otros llaman falta de nacionalismo. De ambos lados se confunde autarquía con defensa de los desposeídos.

Es un hecho que la economía mundial se ha venido desacelerando desde el año 2011, debido al retroceso del comercio internacional de mercancías (2015: -14% y 2016 quizás llegue a -8%), motivado por el cambio de modelo económico en China y el creciente proteccionismo de las economías desarrolladas. En el 2016, por primera vez en muchos años (salvo el año 2009 que decreció 0,9% por efecto de la crisis de los bonos basura), el PBI mundial crecería por debajo de 3% y la perspectiva para el 2017 se torna más negativa, aun manteniendo el actual status quo. Un escenario de crecimiento mundial debajo del 3% significa un crecimiento del empleo menor al 1%, por debajo del crecimiento poblacional mundial (1%), lo que agudizaría escenarios de tensión social en los países de menores ingresos.

Si Trump rompe con el TPP y otros tratados de libre comercio, muchos países responderían depreciando sus monedas y/o aumentando sus restricciones arancelarias y para-arancelarias al comercio, de manera que el mundo entero entraría en una espiral proteccionista de impacto recesivo e inflacionario. La estanflación (inflación con recesión) sería el escenario de mayor amenaza a la estabilidad mundial, porque gatilla el conflicto social más que un escenario de recesión pura, dado que la inflación afecta más a los más pobres.

Si bien en alguna medida el Perú se puede ver transitoriamente favorecido por el repunte del precio del cobre, por una mayor demanda inducida por el anuncio de Trump a favor de un boom constructivo, nuestras exportaciones no tradicionales se verían severamente debilitadas, afectando a actividades intensivas en mano de obra.

Tratar de compensar esta carencia buscando atraer inversión extranjera no será fácil. En la última década, el crecimiento económico del Perú ha sido muy dependiente de la inversión extranjera directa, la que se ha venido concentrando en las economías desarrolladas en los últimos años, y la que se viene orientando principalmente a los servicios y las manufacturas, y muy poco en materias primas, que sigue siendo el plato fuerte del Perú. Lamentablemente, el Perú no cuenta con los imanes sectoriales típicos de otros países de la región para atraer inversión extranjera como antes, por lo que le costará duro trabajo al gobierno de PPK encender este motor nuevamente.

En este contexto, sugiero una estrategia de promoción de inversiones que dé más importancia a proyectos medianos y pequeños. Las iniciativas privadas deben encajar dentro del marco de una estrategia de desarrollo territorial con prioridades claras, para evitar que los recursos de co-financiamiento del Estado terminen alimentando infraestructuras tipo elefantes blancos, sobredimensionados y con cuestionable impacto económico y social. Para aumentar los recursos estatales disponibles para invertir, el gobierno deberá aplicar una férrea austeridad en el gasto corriente, que ha venido creciendo descontroladamente en los últimos 5 años, poniendo especial cuidado en el tamaño y calidad de la burocracia estatal. También debería aplicarse una reingeniería del gasto social, gran parte del cual tiene un elevado componente burocrático y no tiene un impacto sostenible en la reducción de la pobreza.

Se requiere priorizar la inversión en tecnologías de la información y la comunicación (TICs), aplicadas a la tele-medicina, la tele-educación y la innovación en servicios intensivos en capital humano, incluso por encima de la inversión en infraestructura. Las ciudades congestionadas y en expansión caótica deben reconvertirse en ciudades sostenibles que den prioridad a la movilidad de las personas, lo que implica una reorientación de la inversión en infraestructura al desarrollo de espacios públicos y centralidades con capacidad de desarrollo endógeno. Para que la economía peruana vuelva crecer a un ritmo del orden de 6% se requeriría invertir cada año cerca de 50 mil millones de dólares, muchos de los cuales deben provenir de medianos y pequeños inversionistas, para lo cual hay que impulsar el desarrollo del mercado de capitales. Para que las Pymes puedan salir adelante, las tasas de interés deberían bajar promoviendo más competencia dentro del sistema financiero. Se necesita más competencia especializada en factoring, leasing, tarjetas de crédito, etc., para que nuestra banca múltiple altamente concentrada se acostumbre a competir.

 

 

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