Se ha puesto de moda el anglicismo “Fact Checking” como herramienta para demostrar que las aseveraciones hechas por los políticos, analistas, o comentaristas en general son mentiras. Para ello se recurre a razonamientos engañosos que no están al servicio de la verdad sino a los intereses de los que realizan el fact checking.
Un ejemplo reciente es el caso de la eficacia de las vacunas Sinopharm. El ministro de Salud, en respuesta a las expresiones brindadas recientemente por el excandidato presidencial Rafael López Aliaga manifestó en su Twitter “… rechazamos las expresiones del señor López Aliaga quien afirma que la vacuna Sinopharm no protege contra el covid-19…”, para luego agregar “… estudios realizados por el INS y CDC demuestran que esta vacuna es efectiva en 90 % contra el riesgo de muerte, al igual que estudios de otros países y de la OMS”.
El sofisma utilizado por el ministro es decir que si es efectiva pero solo al 90%. Es decir de cada 100 infectados después de recibir las dos dosis de Sinopharm 10 corren riesgo de morir. Estos niveles de efectividad son abismales comparados con vacunas de calidad como Pfizer o Moderna. Por este motivo los médicos vacunados con Sinopharm, con justa razón, piden ser vacunados nuevamente con Pfizer.
Lo peor es que se utiliza este sofisma para justificar la compra de 10 millones de dosis de Sinopharm en los meses de agosto y septiembre de este año de acuerdo con el cronograma presentado por el propio ministerio mientras que la mayoría de las vacunas de calidad como la Pfizer se recibirán a fines del 2021.
Lo mismo ocurre en el área económica. Las autoridades recurren a sofismas para transmitirnos una versión optimista de la situación económica cuando la realidad es todo lo contrario. Tomemos el caso del PBI, las autoridades resaltan que el PBI creció 58.5% en abril y 47.8% en mayo y que seremos el país que más crecerá en la región en 2021. Lo que no se resalta en estos anuncios es que estas elevadas tasas de crecimiento se deben al efecto rebote motivado por las significativas caídas del PBI en 2020 consecuencia de la antitécnica cuarentena.
Lo cierto es que los niveles del PBI real aún se encuentran en los niveles de 2019 y que los altos porcentajes de crecimiento económico que se observan mes a mes se deben a que el Perú fue el país cuya economía más cayó en 2020. Esto queda en evidencia cuando vemos la demanda de electricidad mensual promedio que se muestra en el Gráfico 1 donde se observa que ésta no solo se ha estancado en niveles inferiores a los niveles prepandemia, sino que muestra una tendencia decreciente, que contrasta con la tendencia creciente de los periodos previos a la pandemia.
Con la incertidumbre política que vivimos, que nuestras autoridades han contribuido a acentuar, difícilmente se puede avizorar una recuperación económica en lo que resta del 2021. Es decir se habrán perdido dos años de crecimiento económico. Si asumimos un crecimiento potencial del PBI de 4% anual, entonces, en el periodo 2020 – 2021 el Perú habrá dejado de generar riqueza equivalente a más de 70,000 millones de soles. Este es el verdadero legado de los gobiernos de Vizcarra y Sagasti, el peor manejo de la pandemia a nivel mundial y el peor desempeño económico de la historia del Perú.
Las autoridades también intentan disfrazar los indicadores de empleo. Mes a mes anuncian la creación de miles de puestos de trabajo y la reducción de los niveles de desempleo, indicando que en los próximos meses alcanzaremos los niveles de ocupación previos a la pandemia. El gobierno informa que en el último año se han generado más de un millón de empleos. Sin embargo, la realidad es otra. Desde el inicio de la pandemia se han perdido más de un millón de empleos adecuados en Lima y solo 490 mil empleos en el sector informal (ver Gráfico 2). A nivel nacional la situación es peor. Solo se tienen datos hasta el primer trimestre, pero se estima que se hayan perdido alrededor de un millón y medio de empleos formales.
Además, la mayor parte de los nuevos empleos se han dado en el sector informal, que tiene menores niveles de ingreso promedio que el sector formal. Como consecuencia del incremento de la informalidad y la pérdida de empleos formales, el ingreso promedio de los trabajadores de Lima Metropolitana hasta el mes de junio ha caído 12.8% respecto a los niveles prepandemia (ver Gráfico 3). A nivel nacional la caída se estima que es mayor. El efecto combinado del mayor nivel de desocupación y la caída del ingreso promedio se ha traducido en una caída de la masa salarial del 22.2%. Si a esta caída le sumamos el muy probable aumento de la inflación en los próximos meses, entonces tendríamos una caída del poder adquisitivo en términos reales aún mayor.
El desempleo y la caída de la masa salarial son los mayores problemas que enfrenta nuestra economía. El aumento del salario mínimo no es la solución. Solo generaría más pérdida de empleos formales y una mayor caída del ingreso promedio. La solución es generar más puestos de trabajo formales a través de mayor inversión privada o a través de aumentos de productividad. Sin embargo, la tan necesaria mayor inversión privada difícilmente se dará en un ambiente de incertidumbre política producto de las flagrantes irregularidades cometidas en el proceso electoral. El gobierno comete un error al distorsionar la información. Bajo el membrete de “fact checking” lo que realmente está haciendo es crear “fake news”, las cuales, al ser desmentidas, como en estos ejemplos, no solamente le restan credibilidad y, por ende, autoridad al gobierno sino, más grave aún, no les permiten a los agentes económicos contar con fuentes confiables de información para la debida toma de decisiones.