En nuestro medio se confunde a menudo entre “modelo económico” y “sistema económico”. Un sistema económico es un conjunto de normas que definen las técnicas de producción, la asignación de recursos y la distribución de bienes y servicios dentro de una sociedad. Ejemplos de sistemas económicos son el sistema capitalista, socialista, feudal, mercantilista o mixtos. Un modelo económico, en tanto, es una construcción teórica que busca representar un sistema económico por un conjunto de variables y un conjunto de relaciones lógicas y/o cuantitativas. El modelo económico es un marco simplificado, a menudo matemático, diseñado para ilustrar un sistema económico. Ejemplos de modelos económicos son el modelo keynesiano o el modelo neoclásico.
Los modelos económicos son por naturaleza aproximaciones de la realidad. La economista inglesa Joan Robinson solía decir que no se puede progresar en el análisis económico sin hacer modelos y los modelos deben ser simples. Un mapa a escala 1:1 no le sirve de nada a un viajero. El arte de configurar modelos consiste en eliminar los elementos que no son esenciales para describir el tema bajo análisis, pero manteniendo las características necesarias para producir resultados consistentes. Parafraseando a Einstein, un modelo debe ser tan simple como sea posible, pero sin tener que renunciar a la representación adecuada del sistema. Existen modelos de los diferentes sistemas económicos sean el capitalista, socialista, mercantilista o de régimen mixto, unos más complejos que otros.
Un problema asociado con la mayoría de los modelos económicos es que se basan en una serie de supuestos que no son del todo realistas. Por ejemplo, a menudo se supone que los agentes (consumidores o empresas) tienen información perfecta o que los grupos de agentes son homogéneos. También ocurre que los modelos omiten elementos importantes para un adecuado análisis.
Por lo tanto, al analizar los resultados de un modelo económico se debe considerar hasta qué punto estos resultados pueden verse comprometidos por inexactitudes en estos supuestos. Basados en estas limitaciones, muchos economistas cuestionan la validez de los modelos económicos, o al menos afirman que sus resultados no son confiables. Adicionalmente, en nuestro medio existe la creencia de que las imperfecciones de los modelos económicos para predecir las crisis económicas son pruebas de la inviabilidad de algún sistema económico.
Un ejemplo especifico, que tiene relevancia para el modelaje de nuestra economía, es el impacto que la distribución del ingreso tiene sobre la inflación y el crecimiento del PBI. La mayoría de los modelos econométricos, incluyendo los modelos que utilizan el BCRP y el MEF, no incorporan explícitamente la distribución del ingreso en sus especificaciones, debido a que asumen que todos los consumidores o productores son iguales al consumidor o productor promedio utilizado en sus especificaciones. En países como el nuestro, con elevados niveles de pobreza e informalidad, este es un supuesto poco realista.
Los modelos dinámicos de equilibrio general son los que mejor describen la evolución de la economía, como una sucesión a lo largo del tiempo de puntos de equilibrio entre la oferta y la demanda. Existen dos tipos de modelos de equilibrio dinámico: (i) los modelos estocásticos de equilibrio general (DSGE por sus siglas en inglés) que permiten analizar el impacto de choques económicos inesperados (estocásticos) sobre la trayectoria de equilibrio de la economía y (ii) los modelos computables de equilibrio general (DCGE por sus siglas en inglés) que aceptan trayectorias que no corresponden exactamente a la trayectoria de equilibrio teórica asociada a los modelos DSGE.
Los modelos DCGE, permiten trayectorias en que, por ejemplo, los salarios no se ajustan a la condición de eliminar el desempleo o donde la demanda no es definida por los precios en ciertos sectores. Los modelos DCGE, al ser más flexibles que los DSGE, son utilizados por muchos países para elaborar sus marcos macroeconómicos multianuales y para evaluar el impacto de políticas tributarias y proyectos de inversión pública.
El modelo utilizado por el BCRP corresponde a la categoría DSGE Dinámico. Este tipo de modelos son usados por la mayoría de los bancos centrales que basan su política monetaria en base a metas explicitas de inflación. Sin embargo, estos han sido criticados por su poca utilidad durante la crisis financiera mundial del 2008 y más recientemente por no predecir la elevación de la inflación.
Una de las principales críticas a los modelos DSGE es que estos asumen un ajuste instantáneo de los precios y salarios. Esta deficiencia es relevante en el caso peruano debido a la presencia de un alto grado de informalidad que genera fricciones que retrasan el ajuste de precios y salarios, lo cual podría ser la causa de la demora en la reducción de la inflación en nuestro país.
Otra crítica a estos modelos es su falta de heterogeneidad en la caracterización de las actividades de producción y consumo. Los modelos DSGE en su mayoría cuentan con una sola función de producción (que representa al productor promedio) y una sola función de consumo (que representa al consumidor promedio). Es decir, estos modelos asumen que la función de producción del sector agrícola es igual a la función de producción del sector comercio o minería o que el consumidor de altos ingresos tiene un comportamiento similar al de bajos ingresos. Para los modelos DSGE es irrelevante la distribución del ingreso de un país así como la heterogeneidad entre los sectores productivos.
Por su parte los modelos DCGE son más flexibles que los modelos DSGE y permiten la incorporación de múltiples sectores económicos y múltiples consumidores y productores y por lo tanto incorporan la distribución del ingreso en el establecimiento del equilibrio entre la oferta y la demanda (ver diagrama).
¿En qué se diferencian los modelos DCGE de los DSGE? La principal diferencia es que los modelos DCGE incorporan fricciones en el ajuste de los precios y salarios (el ajuste no es inmediato), son multisectoriales (incorporan varias funciones de producción correspondientes a diferentes sectores productivos) e incorporan múltiples funciones de consumo correspondientes a diferentes niveles de ingresos (quintiles) para caracterizar el comportamiento diferente de cada grupo de consumidores.
Una de las ventajas de los modelos DCGE sobre los DSGE es que su solución no necesita calcular la trayectoria de equilibrio en forma explícita y por lo tanto su especificación es más flexible que los modelos DSGE. En particular la oferta puede ser caracterizada por múltiples funciones de producción correspondientes a diferentes sectores económicos utilizando la metodología de las tablas Insumo-Producto. Por su lado el consumo privado es caracterizado por múltiples funciones de consumo correspondientes a la caracterización de la distribución del ingreso.
Sin embargo hay que tomar en cuenta que los modelos econométricos de equilibrio general no son bolas de cristal que nos predicen el futuro con precisión, sino herramientas que nos ayudan a tomar decisiones de política monetaria y fiscal en forma coherente y racional. Más que proporcionarnos la evolución futura exacta, estos modelos nos permiten analizar el impacto de políticas alternativas (escenarios) sobre la trayectoria básica (solución base) de las principales variables macroeconómicas. De esta forma podemos analizar si una reducción del IGV es mejor que una reducción del impuesto a la renta y como impacta en la inflación, pobreza o la distribución del ingreso, o si la inversión en carreteras es mejor que la inversión en un ferrocarril, o si una elevación de la tasa de interés es mejor que aumentar el encaje, o si aumentar el gasto en educación es mejor que aumentar el gasto en infraestructura y cómo la política monetaria impacta no solo la inflación, sino también la pobreza y la distribución del ingreso, rasgos que los modelos utilizados por el BCRP y el MEF no tienen en cuenta.