Por Percy Correa, director de MAXIMIXE Escuela
En junio pasado las cotizaciones del petróleo crudo alcanzaron sus mayores niveles. Por un lado, la cotización Brent bordeó los $115/barril, mientras que la WTI unos $96/barril. Tal hecho al parecer se debió a maniobras especulativas provocadas por las acciones armadas de los insurgentes del Estado Islámico en Irak. Pero tales movimientos especulativos experimentaron una corrección pronta ante la situación de la demanda real de petróleo en el mundo, que no justificaba de modo alguno las elevadas cotizaciones. Es decir, en los últimos tiempos, la demanda no ha mantenido el paso con el crecimiento de la oferta, entre otras razones, debido a la relativamente lenta expansión de la economía china en los dos últimos años. En efecto, al momento de redactar este artículo, la primera de las cotizaciones ha retrocedido más de 32%, mientras que la segunda, casi 23%, respecto de las anteriormente señaladas.
Un factor transitorio anterior y exógeno al mercado que si prestó soporte a la demanda y cotizaciones, fue el tsunami ocurrido en el Japón en el 2011. Tal siniestro determinó el cierre de todas sus plantas nucleares y el reinicio de la producción de energía eléctrica mediante la puesta en marcha de las plantas que utilizan gas, petróleo y carbón. El efecto en los mercados de tales materias primas fue expandir la demanda de estos combustibles y favorecer sus cotizaciones. Pero dicha fuente de soporte a las cotizaciones terminó en julio de este año, cuando el Japón las reabrió. Al parecer, el relativamente alto precio del petróleo, como se mencionó antes, se mantuvo gracias al nerviosismo del mercado producido por la insurrección en Iraq. Sin embargo, pronto también se determinó que la misma no tendría un impacto mayor sobre la producción de petróleo del mencionado país y tal soporte de las cotizaciones dejó de operar.
Por otra parte, las previsiones sobre la marcha de la economía mundial cada vez se mostraban, y muestran, menos favorables para un incremento importante de la cantidad demandada de hidrocarburos. Las noticias sobre la desaceleración de la economía china, y en particular del sector manufactura, son evaluadas de manera negativa no solamente por el apoyo que esta economía presta al mercado de petróleo, sino al hecho que China se ha convertido en una locomotora para las economías de diversos países, como el nuestro, que dependen de las compras de sus materias primas por parte del país asiático para registrar tasas de crecimiento favorables. Al caer la tasa de crecimiento de la economía china, estos últimos países también han reducido sus necesidades energéticas para uso de sus industrias en general, dado las menores exportaciones a dicho país, determinando así un menor soporte a la demanda mundial de petróleo. Más aun, recientemente el Japón registró 2 trimestres consecutivos de contracción económica, razón por la cual técnicamente su economía ingresó en una fase recesiva.
El mencionado panorama se complica aún más debido a las malas noticias provenientes de Europa, región que no consigue reactivar sus economías y que por lo contrario, conducen a pensar que podrían estancarse con tasas bajas de crecimiento e inclusive también ingresar a un nuevo periodo recesivo. Por cierto, ambas posibilidades tampoco conducen a esperar un incremento significativo de las compras globales de petróleo y gas. Y con respecto a la economía de los Estados Unidos, si bien es cierto registra tasas de crecimiento favorables, la gran expansión de la producción interna de petróleo y gas evitaría que aquella les preste soporte significativo en el mercado mundial. Como se expondrá más adelante, el empleo de la tecnología conocida como “fracking” para extraer petróleo y gas de rocas “shale” o de esquisto, ha permitido un gran incremento en la producción de ambos en los Estados Unidos y el Canadá, alterando el balance entre oferta y demanda del mercado mundial, hacia una situación de exceso de oferta persistente.
Aun cuando la tecnología denominada “fracking” (hydraulic fracturing) se conoce y se utiliza desde los años 40 del siglo pasado, y que en términos generales consiste en la inyección de líquidos y otros elementos para facilitar la salida del petróleo y del gas, es recién a partir del presente siglo en que se ha convertido en un factor decisivo en la expansión de la oferta de estos hidrocarburos. La tecnología del “fracking” ha provocado una revolución en la industria del gas y del petróleo, y amenaza con transformar el tradicional mercado deficitario de tales materias primas en uno persistentemente superavitario. Este último desarrollo podría provocar no solamente profundos cambios en el mercado sino que también en la economía de varios países y en la geopolítica mundial.
La mencionada tecnología consiste en la inyección de agua a alta presión conjuntamente con arena, para evitar que las fracturas en las rocas se cierren cuando se detiene el bombeo, más aditivos químicos diversos para evitar que el gas y el petróleo se contaminen. Dicha técnica se combina con la de perforación horizontal, en los yacimientos de cierto tipo de roca sedimentaria que se le denomina “shale” o esquisto, que permiten romperla para liberar el gas y el petróleo atrapados en ella. Tales yacimientos conocidos desde hace muchos años, no podían ser trabajados porque la tecnología disponible no era adecuada y los precios del petróleo no justificaban su uso. Es una tecnología que requiere perforaciones continuas e inversiones constantes para mantener la producción, lo cual justamente fue posible debido a los elevados precios de los últimos años y al perfeccionamiento de la tecnología respectiva.
Sin embargo, su empleo ha sido cuestionado por diversas entidades ambientalistas y líderes de los países productores tradicionales porque la inyección de los elementos químicos (entre 0, 5 a 2% por volumen de agua), representaría un riesgo ambiental serio, ya que podría contaminar la capa freática y la atmósfera, además de provocar, se sostiene, movimientos sísmicos. En consecuencia, en diversos países existen o han existido regulaciones que han limitado su empleo, situación que ha comenzado a revertirse más bien por razones geopolíticas.
Lo más resaltante en este aspecto es el éxito que los Estados Unidos y el Canadá, han tenido en la extracción de gas y petróleo de los yacimientos de rocas “shale”. En el caso del primero de los países mencionados, ya es autosuficiente en gas y tal vez el próximo año sea además un exportador neto de petróleo, ya que su producción diaria ha crecido en un 80% desde el 2008, ubicándose sobre los 11 millones de barriles por día. En consecuencia es muy probable que en poco tiempo, los Estados Unidos sea el primer productor mundial de ambas materias primas, superando a Rusia y Arabia Saudita, gracias a las enormes inversiones que se realizan en su industria petrolera, que se estiman en unos $200 mil millones en este año.
El desarrollo vigoroso de la producción norteamericana que ha expandido la oferta mundial de gas y petróleo, se ha visto reforzado por una mayor producción de ambos en otros países, lo que ha contribuido a la generación del exceso de oferta que prevalece ahora y que al parecer se mantendría en el futuro. Entre los factores responsables de la mencionada mayor disponibilidad, se tienen: el término del embargo a las exportaciones de Irán, dado el éxito de las negociaciones para detener el costoso proyecto para dotar de armamento nuclear a dicho país. En segundo lugar, la producción de Libia se ha recuperado, después de reponerse la infraestructura destruida durante el derrocamiento de Gadaffi. Adicionalmente, Algeria ha logrado reparar su extensa red de oleoductos. Estos tres países han experimentado crisis económicas por el recorte de sus ingresos ligados a las ventas de petróleo y de gas y requieren con urgencia los adicionales que ahora captan, razón que por ahora, les impediría restringir sus producciones.
Por otra parte, la reciente insurgencia de los grupos islámicos sunnís en Irak y Siria, no ha logrado perturbar la expansión de la oferta de gas y petróleo, pues si bien han logrado capturar algunos campos petroleros en Irak, éstos se ubican en el centro del país y no son los más importantes. Los mayores campos petroleros se ubican en el sur, en la región Basra, donde la población es chiita, enemigos de los sunnís, y en el norte del país en la región del Kurdistán. Más aun, los insurgentes no han cerrado los pozos que controlan sino que por lo contrario continúan operando para financiar la compra de armas y otros, ya que el petróleo extraído es introducido de contrabando y vendido a precios rebajados en Turquía.
Cabe señalar que los yacimientos conocidos de gas y petróleo de esquisto son numerosos. Existen en el Reino Unido, Francia, Alemania, Dinamarca, Rusia (donde se ubican los mayores yacimientos); Argelia, Libia, Sud África; China, India. Además de los de Estados Unidos y el Canadá, se tienen los ubicados en México, Brasil, Paraguay, Argentina, Venezuela y Bolivia. Tales yacimientos y seguramente otros que se descubrirían y explotarían gracias al desarrollo tecnológico mencionado, constituyen una reserva enorme que estará presente en los mercados y cuya explotación, además de los actuales y futuros desarrollos tecnológicos, depende de la estabilidad de los suministros de gas y petróleo de los países productores tradicionales y un precio suficientemente elevado que permita que la rentabilidad de estas operaciones sea satisfactoria.
Los recientes acontecimientos en Crimea y Ucrania y las amenazas de Rusia de cortar el suministro de gas a Europa han sido causa de la remoción o relajamiento de las regulaciones para el empleo de la tecnología del “fracking” en países como Reino Unido, Polonia y Suecia, países que se aprestan a desarrollar sus yacimientos con el empleo de la tecnología mencionada. Ello indica que la oferta continuará creciendo y ejerciendo un efecto depresivo de las cotizaciones en el mediano plazo.