Nueva Minería y Diversificación Productiva

En ausencia en todos esos años de una política de diversificación y desarrollo productivos liderada desde el Estado, la minería se convirtió en el sector pívot de un proceso de diversificación productiva espontáneo, al ser un gran demandante de insumos industriales, servicios y equipos producidos localmente, contribuyendo al florecimiento de la industria metalmecánica, la industria química, los servicios de transporte, logísticos, financieros y diversos intensivos en capital humano. La dinamización de la producción de toda la cadena de valor minera permitió que cada US$ 1.000 millones de exportación minera generen una expansión del PBI por US$ 1.470 millones[1].

Es imposible imaginarse el posicionamiento mundial logrado por el Perú como caso de éxito económico y social durante el período 2002-2013, sin el aporte descollante de la minería. En esos años el PBI creció a un ritmo anual de 5,7% mientras el PBI per cápita crecía 4,1%, con quintuplicación de las exportaciones y elevación del nivel de apertura al comercio exterior (ratio exportaciones + importaciones / PBI) de 23% en el 2002 a 50,4% en el 2013, y reducción de la pobreza extrema de 23,9% a 4,7% y del índice de desigualdad (coeficiente de Gini) de 0.54 a 0.44.

En esos años la economía peruana dejó de ser meramente primario exportadora, para convertirse en una economía en transición; en camino de conformar una estructura productiva medianamente diversificada, ante una creciente eficiencia en la asignación de recursos lograda gracias a las profundas reformas estructurales de primera generación aplicadas a partir de agosto de 1990: eliminación de subsidios, liberalización del mercado financiero y del mercado de capitales, liberalización del mercado de divisas, drástica reducción de las barreras arancelarias y para-arancelarias, reforma tributaria, firma de tratados de libre comercio y apertura a la inversión extranjera.

Sin embargo, si bien en este nuevo entorno la productividad pudo crecer como nunca antes, todavía siguió siendo relativamente baja, por lo que el crecimiento económico obedeció más a una acelerada acumulación de capital que a mejoras de productividad, lo que contribuyó a que subsista una imagen estereotipada de la economía peruana como meramente primario exportadora, construida a partir de observar que la proporción del monto en dólares de las exportaciones de productos no primarios respecto al monto de las exportaciones totales, no se ha elevado mayormente en las dos últimas décadas. Sin embargo, tal imagen es engañosa, puesto que se basa en el análisis de proporciones de las exportaciones tradicionales y no tradicionales medidas en dólares corrientes, procedimiento que obvia la distorsión generada por la formidable alza de precios experimentada por las materias primas de exportación, soslayándose el más lento crecimiento de sus volúmenes físicos respecto al crecimiento real de las exportaciones de bienes no tradicionales y respecto a las exportaciones de servicios. Una imagen diferente surge de observar el mayor dinamismo de las manufacturas no primarias frente a las primarias, y del PBI de servicios frente al PBI de bienes.

Esto no niega que, a diferencia de los ‘milagros económicos’ en los países asiáticos, el notable auge de la economía peruana en el período 2001-2013 no nos transformó en una ‘sociedad del conocimiento sustentada en el dinamismo de actividades industriales y de servicios intensivas en capital humano, con capacidad de tomar la posta de los sectores primarios como ‘drivers’ del crecimiento. Al contrario, en el 2013 la manufactura pesó en el PBI global 14,8% frente al 16,1% que pesaba en 1991, lo que expresa un letargo industrial. Del mismo modo, el sector servicios redujo su participación en el PBI global de 67% a 64%, situándose cerca del promedio mundial (63%), y debajo del que detentan los países desarrollados (75%).

Para llegar a ser una ‘sociedad del conocimiento’ deben cobrar preminencia las clases profesionales y técnicas en la distribución ocupacional, así como las funciones de planificación, innovación y control del crecimiento tecnológico; características ausentes en el Perú, donde priman los trabajadores independientes sin preparación profesional o técnica, la toma de decisiones con criterios cortoplacistas y la aversión al cambio. Todas estas carencias no pueden ser cubiertas de manera espontánea. Se requiere completar las reformas de segunda generación (simplificación administrativa, carrera pública, justicia ejemplar, policía ejemplar, Estado previsor al servicio del ciudadano, educación para el trabajo, profundización del mercado de capitales) y de tercera generación (I+D, parques tecnológicos, clusters y cadenas de valor competitivas, ciudades inteligentes, inventiva par la competitividad, redes de conocimiento e innovación abierta, automatización de procesos y del sistema de gestión del Estado, etc.).

A falta de una verdadera política de desarrollo productivo de bienes y servicios, el Perú se ha quedado rezagado en productividad frente a otros países emergentes que sí han tenido una política clara de transformación industrial. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Chile y Costa Rica son las dos economías de la región que usan mejor sus recursos productivos, pero incluso estos dos países tienen niveles de productividad equivalentes al 75% del nivel de Estados Unidos, lo que implica un potencial desperdiciado de aumento de ingresos del 25%.

Los obstáculos para el desarrollo productivo pueden dividirse en endógenos y exógenos. Entre los primeros resaltan: (1) el bajo nivel gerencial de la mayor parte del empresariado, que no le permite asumir un liderazgo innovativo claro; (2) la baja productividad del trabajo, vinculada a la baja calidad de la educación y la escasa inversión de las empresas en capacitación laboral especializada; (3) la deficiente base tecnológica y científica, por la baja inversión pública y privada en investigación y desarrollo; y (4) la baja productividad total de las Mypes y la preponderancia de éstas en la estructura empresarial, lo que explica su elevada informalidad y baja capacidad de absorción de capitales.

Los principales obstáculos de carácter exógeno son: (1) escaso financiamiento de inversiones; (2) baja inversión pública o público privada en infraestructura (puertos, aeropuertos, carreteras, infraestructura eléctrica, telecomunicaciones, etc.); (3) reducido tamaño del mercado interno; (4) inexistencia de eslabonamientos fuertes con actividades económicas relacionadas y de apoyo; (5) la cadena de distribución depende mucho de brokers que no pagan los mejores precios y pocas veces conocen las exigencias del consumidor final.

El Estado hace poco para remover estos obstáculos. Invierte mucho menos en innovación que otros países en desarrollo. Mientras Chile se ha preocupado por consolidar un conjunto de instrumentos consistentes e instituciones sólidas para promover la innovación y la competitividad productiva, en el Perú existen instrumentos dispersos, con pocos recursos y sin una filosofía clara que los unifique. En contrapartida, la baja competitividad de las empresas en gran medida se explica por la carencia de competencias básicas por parte de los empresarios y la existencia de una mano de obra poco calificada.

En los últimos años los precios de nuestras materias primas se han venido abajo, desdibujando las perspectivas de crecimiento de la economía. Sin embargo, si hubiese habido liderazgo, si se hubiese avanzado suficientemente en las reformas pendientes, si hubiese habido visión autoridad y compromiso con una senda de desarrollo sostenible y competitivo, el Perú de hoy sería más dinámico, más justo y más inclusivo. Si el gobierno hubiese creído menos en el gasto social paternalista y hubiese confiado más en el enorme potencial y creatividad de los peruanos invirtiendo en fortalecer su capital humano, el auge de los precios de las materias primas hubiese puesto al Perú a la vanguardia de las economías emergentes y no a su zaga y con peligro de convertirse en una economía de frontera o de segunda tirando abajo. Canadá, Australia, Gran Bretaña e, incluso Chile, son vivos ejemplos de que es posible lograr un desarrollo integral utilizando como palanca a la minería.

 


[1] IPE, “La Tributación Minera en el Perú: Contribución, Carga Tributaria y Fundamentos Conceptuales”, enero 2011, SNMPE.

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