Siguen aumentando los síntomas de una desaceleración de la economía mundial, como sombras fantasmales que pueden dar más de un susto en 2019, a las empresas grandes como a las más pequeñas.
En el escenario más probable, el crecimiento del PBI mundial se ralentizaría de 3,7% en 2018 a 3,5% este año, con perspectiva de bajar a 3,4% en 2020, en un contexto de debilitamiento del comercio mundial, que en 2018 habría dejado de crecer y este año podría tornarse negativo.
Esta suerte de aterrizaje ‘no tan suave’ obedece al freno productivo que implican las tensiones comerciales proteccionistas entre Estados Unidos y China que, si bien han menguado, afectan severamente las exportaciones entre ambos países; principalmente las de Estados Unidos con destino a China, que en 2018 cayeron 36% frente a una caída de 3% del flujo inverso de China a Estados Unidos.
A pesar de ello, Estados Unidos fue único país avanzado que aceleró su crecimiento en 2018, gracias al estímulo fiscal (recorte de impuestos y aumento del gasto público) impulsado por Trump a principios de año. En 2019 ese estímulo seguirá impactando favorablemente en el crecimiento (aunque irá perdiendo fuerza conforme avance el año), sin evitar que la economía norteamericana se desacelere a 2,5%; todavía sobre su tasa de crecimiento potencial (2%). En esta perspectiva, posiblemente la Reserva Federal (FED) se incline a adoptar una sola alza, o dos a lo más, de su tasa referencial a lo largo del año.
China desaceleró su ritmo de crecimiento de 6.9% en 2017 a 6.6% en 2018, apuntando a crecer 6.3% en 2019, con ayuda de política monetaria y fiscal expansionista y a la vez orientada a estabilizar los mercados financieros. Ambas sin embargo tienen límites, marcados por el elevado nivel de sobre endeudamiento público y privado y el deterioro de las exportaciones.
La depreciación del Yuan ha sido hasta aquí la mejor válvula de ajuste para paliar el desequilibrio externo e interno, aunque al costo de una mayor presión inflacionaria y una pérdida de poder adquisitivo de los salarios; fuente de potenciales conflictos sociales.
Por su parte, la Unión Europea habría crecido 1,8% en 2018, debajo del 2,4% de 2017, proyecta una expansión de sólo 1,5% para 2019, ante la disminución de la confianza empresarial, principalmente en Francia (chalecos amarillos) y Alemania (alejamiento de Ángela Merkel de la cancillería), la recesión de Italia y la incertidumbre causada por el ‘Brexit’, con un posible retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) sin mediar un acuerdo, lo que afecta no sólo los flujos comerciales sino también los de inversión entre la UE y Gran Bretaña.
Dentro de este entorno, en 2019 las economías emergentes y en desarrollo crecerían 4,5% (4,6% en 2018), con evoluciones muy heterogéneas, afectadas por la desaceleración de las economías avanzadas, el descenso del comercio mundial, el endurecimiento de las condiciones financieras debido a una creciente aversión al riesgo (a pesar de la menor prisa de la FED en subir sus tasas de referencia).
Perú estará sometido a estas presiones durante 2019, reflejándose en una tendencia a la baja de los precios del cobre y el zinc y una menor demanda de productos de exportación no tradicionales (confecciones, los químicos, metalmecánicos, siderometalúrgicos, etc.). Sin embargo, podría verse favorecido por la posible contención del precio del petróleo y la eventual alza de la cotización del oro y la plata, debido a la reducción de los rendimientos de los bonos del tesoro, más aún si la probabilidad de una recesión mundial en 2019 aumentase. Esta probabilidad actualmente se encuentra en torno al 15%.
El escenario pesimista justamente sería el de una recesión abierta, gatillada por el efecto diferido de inversiones subestándar, similares a las de los bonos hipotecarios basura que gatillaron la crisis financiera de 2008. A mayor desmesura en los precios de los activos financieros a la par con menores balances y resultados de las empresas, la probabilidad de este escenario trepará. El año 2020 puede ser un año crítico para este escenario.
Tanto el gobierno como las empresas deberían contar con un plan de contingencia para afrontar esta eventual crisis. Entre las empresas más vulnerables están los 6 millones de micro y pequeñas empresas, muchas de ellas afectadas por la competencia desleal del contrabando y la subvaluación, la falta de acceso a financiamiento, tecnología y asistencia técnica y gerencial. Tema que trataré en mi siguiente artículo.