Las cifras divulgadas esta semana por el INEI sobre el PBI del mes de mayo muestran una caída interanual de -32.8% que, sumadas a las caídas de -40.5% en abril y -16.3% en marzo, confirman la gravedad de la recesión generada por la prolongada cuarentena impuesta por el gobierno. Los datos de la caída de la demanda de electricidad (altamente correlacionados con el PBI) para el mes de junio (-12.5%) y lo que va de julio (-7%) nos permiten avizorar que las tasas de crecimiento anual del PBI se mantendrán negativas hasta el mes de febrero de 2021. Las tasas negativas de crecimiento para lo que resta de este año se traducirán en un crecimiento negativo del PBI para el 2020 de -15.3%, la mayor caída anual en los últimos 100 años.
A partir del mes de marzo del 2021 se registrarían altas tasas de crecimiento como consecuencia de comparar niveles del PBI en proceso de recuperación con los bajos niveles de PBI registrados en los meses de este año como producto de la cuarentena (ver Gráfico 1). Estas altas tasas de crecimiento responderán al efecto estadístico causado por los bajos niveles de comparación del año anterior, cuando empezó la cuarentena. Sin embargo, tal como se observa en el Gráfico 1, los niveles del PBI aún se encontrarían por debajo de los niveles registrados en 2019.
Para evitar las distorsiones causadas por este efecto estadístico y por las estacionalidades propias del PBI, es recomendable hacer el análisis con el PBI acumulado de los últimos 12 meses. En el Gráfico 2 se presentan los cuatro tipos más comunes de recuperación económica: (i) En “V”; (ii) En “W”; (iii) En “U”; y (iv) en “L”.
¿Qué determinará la forma de la recuperación económica? Al comienzo de la pandemia, muchos analistas hablaron de recuperaciones en forma de “V” y que no pasaría mucho tiempo antes de que la vida volviera a la normalidad. En este escenario el PBI cae abruptamente, muy por debajo del nivel que se habría tenido sin la pandemia, pero muy rápidamente vuelve a su línea de base, una vez que se levantan las medidas de emergencia.
La realidad es que la pandemia tiene un efecto permanente en el PBI. El cierre de empresas, el desempleo masivo, la caída de las exportaciones y de la recaudación de impuestos y la pérdida de inversiones durante la crisis, generan un cambio permanente en la economía. La desaceleración del crecimiento de la productividad se traduce en una menor demanda agregada que hace que el PBI no logre alcanzar rápidamente su nivel anterior.
Sin embargo, la trayectoria del PBI puede ser distinta, no necesariamente una “V”. Puede ocurrir que luego que se reinicien las actividades productivas, los niveles de demanda no alcancen el nivel previo a la cuarentena, generado por un shock de menor demanda, inducido por la caída de ingresos de la población, acompañada de un natural pesimismo que atenuará la propensión al consumo, especialmente de bienes no esenciales. Este nivel de demanda, menor a la pre-cuarentena, causaría una caída en el PBI, generando una trayectoria del PBI del tipo “W”.
Muchos analistas creen ahora que sólo una vacuna puede permitir que la actividad económica vuelva a la línea de base previa a la pandemia. Incluso una vez que la economía comience a reabrirse, los viajes serán menos comunes, las empresas tendrán que separar más a sus trabajadores y clientes, los restaurantes estarán sirviendo a menos clientes a la vez, y los eventos deportivos, conciertos y otras actividades que involucren a grandes multitudes probablemente permanecerán fuera de los límites durante mucho tiempo. Aun cuando la economía lo permita, muchas personas pueden ser reacias a volver a la vida como estaba antes de la pandemia. En este caso estaríamos hablando de un daño permanente de la economía y la recuperación tendría una trayectoria del tipo “L”
Los daños permanentes se manifiestan de diversos modos. Cuando los trabajadores pierden su trabajo, es probable que agoten los ahorros y aumenten el endeudamiento. Pueden retrasar los pagos de hipotecas y tarjetas de crédito, y sus calificaciones crediticias pueden disminuir generando un impacto en el sistema financiero.
El gobierno central y los locales generalmente tienen que equilibrar sus presupuestos cada año. A medida que los ingresos por el impuesto a la renta e impuestos sobre las ventas se desploman, los gobiernos tendrán que reducir el gasto, principalmente reduciendo el empleo, o aumentando los impuestos o endeudándose, pero todo tiene un límite.
En el caso de las empresas, se necesita mucho trabajo para abrir un nuevo negocio. Si una empresa cierra debido a la crisis generada por el estado de emergencia, todo ese proceso tendrá que comenzar de nuevo. Eso tomará tiempo y dinero, y hará que la recuperación sea más lenta y serán menos propensas a invertir en equipos o investigación y desarrollo. Esta disminución de la inversión podría hacer que las empresas sean menos productivas de lo que habrían sido.
En el caso del capital humano, la relación entre los trabajadores y las empresas tiene un valor. Si las empresas despiden a sus trabajadores como consecuencia de la cuarentena, estos trabajadores abandonan el mercado laboral formal y pasan a formar parte de la masa de trabajadores informales. Esto significa que todo ese capital humano perderá productividad. Una vez que las empresas pueden reabrir, deberán iniciar el proceso de captar y capacitar. trabajadores. Esto también pondrá un freno a la recuperación.
En el Gráfico 3 se presentan las proyecciones de nuestro modelo Maximixe Predice para el periodo junio 2020 – diciembre 2022. La trayectoria del PBI real se asemeja a una combinación de recuperación del tipo “W” y “L”. La aplicación de las medidas de reactivación por parte del gobierno no será suficiente por lo tardía y por su ineficiencia en su aplicación. La recuperación que se observará en el 2021 no permitirá alcanzar los niveles de PBI previos a la pandemia. El impacto del shock de demanda limitará la reactivación de las empresas.
El Presupuesto para el 2021 necesita ser elaborado cuidadosamente pues será la principal arma para enfrentar la recesión e impedir una depresión económica. En un año electoral, se requiere elaborar un presupuesto que refleje el consenso de la ciudadanía y deje de lado la corriente populista imperante en el Congreso. Corremos el riesgo de desandar el camino recorrido en los últimos 30 años y llegar al Bicentenario de la independencia en condiciones económicas precarias.