Sectores Estratégicos y Zonas Especiales en USA: El Revés de la Historia

En la narrativa dominante, Estados Unidos ha sido siempre el paladín del liberalismo económico. Sin embargo, la historia real es otra: la intervención del Estado ha sido la piedra de toque para proteger y fomentar sectores estratégicos y zonas territoriales específicas. Esta dinámica promete intensificarse bajo la segunda administración de Donald Trump, aunque con políticas inconsistentes cuyas consecuencias, para el mundo entero y el propio Estados Unidos, analicé en dos artículos anteriores.[1] En el presente artículo demuestro que el intervencionismo económico de Estados Unidos, lejos de ser un desvío en su modelo económico liberal, ha sido una constante y su evolución se puede dividir en cinco etapas clave históricas.

El Viejo Truco de los Incentivos Fiscales: del siglo XIX a 1945

Desde la Ley Arancelaria de 1890 (McKinley Tariff), Estados Unidos utilizó impuestos a la importación para proteger la industria siderúrgica y manufacturera.[2] La Ley de Ferrocarriles del Pacífico de 1862 otorgó tierras y financiamiento a empresas ferroviarias, conectando el país de costa a costa y facilitando la expansión del comercio y la industria pesada.[3] Incentivos similares impulsaron la minería y la agricultura, permitiendo la consolidación de conglomerados como Carnegie Steel y General Electric.[4]

Durante la Primera Guerra Mundial el gobierno estadounidense utilizó subsidios y financiamiento estatal para potenciar la producción masiva de equipos militares, desde buques hasta aviones y automóviles. En la posguerra, esta capacidad industrial favoreció a la aviación y la automoción civil. La Ley de Aviación de 1926 promovía aerolíneas como Boeing y Douglas Aircraft mediante contratos estatales. En 1934 la Ley de Zonas Francas (Foreign Trade Zones Act) permitió a empresas operar con exenciones arancelarias, fomentando el comercio internacional con exención de aranceles sobre bienes reexportados.[5]

Con la Segunda Guerra Mundial el gasto en defensa escaló de US 1.9 mil millones en 1940 a US$ 90 mil millones en 1945, impulsando sectores como la electrónica, la aeronáutica y la energía.[6] Iniciativas como el Proyecto Manhattan o el MIT Radiation Laboratory sentaron las bases del liderazgo tecnológico estadounidense y su dominio de la energía nuclear en la posguerra.[7]

Guerra Fría y Nacimiento del Complejo Industrial-Tecnológico: 1945-1970s

Las políticas de incentivos fiscales que fertilizaron el triunfo en ambas guerras mundiales sentaron las bases para el liderazgo económico y tecnológico de Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX. La Segunda Guerra Mundial redefinió la relación entre el Estado y el sector privado en la postguerra, a través del hilo conductor de una economía de guerra latente y un modelo de crecimiento económico centrado en incentivos estatales a sectores estratégicos como motor de avances tecnológicos sin precedentes en aeronáutica, telecomunicaciones, armamento y computación, que encontró abono renovado en la amenaza soviética.

En este contexto de Guerra Fría surgieron los primeros parques tecnológicos en la década de 1950, con el espíritu de fomentar la transferencia de tecnologías entre universidades, empresas y el gobierno, asegurando el liderazgo de Estados Unidos en sectores estratégicos. El primer caso icónico fue el Stanford Research Park de California, creado por la Universidad de Stanford en asociación con empresas privadas y el soporte de agencias gubernamentales; parque que se convirtió en el epicentro del desarrollo de Silicon Valley.

El lanzamiento del Sputnik en 1957 hizo que en respuesta Estados Unidos creara la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) en 1958, catalizando avances en semiconductores, redes computacionales y satélites.[8] Ese mismo año, la creación de la NASA consolida la exploración espacial, con una estrategia de transferencia de tecnología a empresas privadas a través de spinoffs y financiamiento a startups tecnológicas.[9]

La Ley de Desarrollo Económico de 1965 estableció incentivos para la manufactura en regiones deprimidas, prefigurando Zonas Económicas Especiales objeto de subsidios en I+D que consolidaron la superioridad tecnológica de Estados Unidos, beneficiando a compañías como IBM, Intel y Lockheed Martin. Las infraestructuras de innovación creadas en estas zonas desencadenaron ‘efectos cascada’ hacia otros sectores, aplicando incentivos federales diferenciados para atraer inversión a zonas deprimidas.[10]

Desregulación e Incentivos Fiscales: 1980s – 1990s

Con la llegada de Ronald Reagan al poder el discurso oficial se inclinó hacia la desregulación y el rol del mercado. Sin embargo, en lugar de un retiro del Estado, éste dio pie a un modelo de incentivos indirectos. En 1981, el Congreso aprobó los Créditos Fiscales a la I+D, estimulando la innovación en semiconductores y biotecnología.[11]

En estos años se expandieron las Zonas de Comercio Exterior (Foreign Trade Zones, FTZs), permitiendo a las empresas manufacturar sin aranceles siempre que fuera para exportar. En 1993 el gobierno de Bill Clinton introdujo las Zonas de Empoderamiento, que otorgaban exenciones fiscales y subsidios a empresas que operaran en comunidades deprimidas, combinando desarrollo industrial con programas sociales para crear empleo en la manufactura, el comercio y startups tecnológicas.

En los años 80s y 90s, la política de parques tecnológicos se expandió con incentivos estatales y federales, así como con excepciones fiscales y subsidios en infraestructura y formación de talento, favoreciendo el despegue de Apple, Intel y Microsoft en Silicon Valley, así como a una gama de empresas en el Research Triangle Park de Carolina del Norte, reconocido por su efectiva combinación de industrias tecnológicas con la academia.[12]

A través de DARPA, el gobierno hizo que empresas como Lockheed Martin, Raytheon y Northrop Grumman se mantengan a la vanguardia de la industria militar. El rol de DARPA ha sido clave como financiador del desarrollo de tecnologías en sus primeras etapas—cuando el riesgo es alto y la inversión privada escasa—garantizando a la vez un mercado seguro.

Un claro ejemplo es el sistema de misiles Patriot, desarrollado por Raytheon con apoyo de DARPA y luego adquirido masivamente por el Departamento de Defensa. Tecnologías creadas para la defensa, como la inteligencia artificial aplicada a drones, han sido luego adaptadas al sector civil en sistemas de transporte autónomo. Sin este soporte, sería inimaginable el nivel de competitividad alcanzado por las empresas de armamento estadounidenses.

Globalización e Incentivos Fiscales: 2000s – 2010s

En la primera década del presente siglo la política de incentivos de Estados Unidos se alineó con sectores estratégicos como energías renovables, biotecnología y manufactura avanzada. Al intensificarse la globalización la producción de bienes se mudó al Asia, mientras la innovación y los servicios avanzados permanecían en Estados Unidos.

Para contrarrestar esta tendencia, el gobierno implementó nuevas estrategias de desarrollo industrial. La Ley de Innovación y Competitividad de 2007 reforzó los incentivos a la manufactura tecnológica[13], mientras que las Zonas de Oportunidad, establecidas bajo la primera administración de Donald Trump con la Ley de Recortes de Impuestos y Empleos de 2017, permitieron atraer inversión privada a sectores industriales en declive y comunidades deprimidas, aplicando una exención de impuestos sobre ganancias de capital para inversiones que se mantengan por más de 10 años en proyectos dentro de estas zonas.

La administración Obama impulsó subsidios a energías renovables y vehículos eléctricos, buscando transformar la matriz productiva hacia la sostenibilidad. Sin embargo, el auge de China en la fabricación de baterías y paneles solares planteó un nuevo desafío a estas políticas.

Balance y Perspectivas en la Era Trump

Desde la expansión ferroviaria del siglo XIX hasta la revolución de los semiconductores en el siglo XXI, Washington ha utilizado desde invasiones y ocupaciones territoriales[14] hasta incentivos fiscales, financiamiento subsidiado, inversión en I+D y regulaciones a medida para favorecer a sectores estratégicos y regiones específicas, para consolidar su hegemonía económica.

Lejos del discurso de laissez-faire, la historia de Estados Unidos demuestra que la prosperidad no ha sido fruto exclusivo del mercado, sino de una combinación calculada de incentivos públicos y competencia privada. Un modelo que, con variaciones, sigue vigente hasta la actualidad. Sin embargo, este modelo resulta cada vez menos sostenible, debido a la acumulación mayúscula de desequilibrios macroeconómicos estructurales del Tío Sam (déficits fiscales, déficits, comerciales, burbujas monetaria, inmobiliaria y financiera).

En este contexto de fragilidad macroeconómica, la segunda administración de Trump vuelve a la carga con una política de incentivos fiscales combinada con la desregulación de sectores estratégicos, ampliando el abanico desde los semiconductores, la industria automotriz y el armamento hacia la banca y las energías fósiles, en detrimento de las energías renovables. Un modelo de incentivos fiscales y castigos comerciales selectivos arbitrarios como instrumento de presión geopolítica, en contra de países aliados.

Combinación inconsistente de desregulación económica a favor de sectores estratégicos con coerción económica y comercial contra países que hoy súbitamente amanecen como sus rivales. La idea es extraer bajo presión geopolítica y estado de guerra comercial, ventajas competitivas en industrias clave a partir de la erosión de las ventajas de sus antiguos aliados (la Unión Europea, México, Canadá y un etcétera aún desconocido) y de China.

A la luz de la historia nada de esto es novedad, salvo la rudeza y la crudeza sin vaselina diplomática para horadar la ley de la oferta y la demanda con la ley de la motosierra del más fuerte. Y salvo el contexto de crisis macroeconómica estructural, que convierte toda esta dinámica en un juego de poker con cartas perdedoras y manotazo de ahogado.


[1] Impacto Global de la Trump-Economics. https://alertaeconomica.com/impacto-global-trump-economics/  “¿En qué consiste la Trump-Economics”? https://alertaeconomica.com/en-que-consiste-la-trump-economics/

[2] Rockoff, Hugh. (2012). America’s Economic Way of War: War and the US Economy from the Spanish-American War to the Persian Gulf War. Cambridge University Press.

[3] Fogel, R. W. (1964). Railroads and American Economic Growth: Essays in Econometric History. Johns Hopkins University Press.

[4] Rockoff, Hugh. Ibid.

[5] Actualmente existen más de 250 FTZs en Estados Unidos, con fuerte enfoque en manufactura avanzada y comercio global.

[6] Harrison, M. (1998). The Economics of World War II: Six Great Powers in International Comparison. Cambridge University Press.

[7] Rhodes, R. (1986). The Making of the Atomic Bomb. Simon & Schuster.

[8] Mowery, D. C., & Rosenberg, N. (1998). Paths of Innovation: Technological Change in 20th-Century America. Cambridge University Press.

[9] Johnson, S. B. (2002). The Secret of Apollo: Systems Management in American and European Space Programs. Johns Hopkins University Press.

[10] Esta experiencia dio pie a que en 1993 se lanzara el programa ‘Empowerment Zones’ y se creara las ‘Opportunity Zones’ en 2017.

[11] Block, F. (2008). Swimming Against the Current: The Rise of a Hidden Developmental State in the United States. Politics & Society, 36(2), 169-206.

[12] Saxenian, A. (1994). Regional Advantage: Culture and Competition in Silicon Valley and Route 128. Harvard University Press.

[13] Véase Shih, W. (2020). The U.S. Can’t Manufacture the Future Without a Manufacturing Renaissance. Harvard Business Review.

[14] En 1812 Estados Unidos intentó invadir Canadá, entonces colonia británica, en un esfuerzo por expandir su territorio y eliminar las restricciones comerciales impuestas por el Reino Unido. En 1846 provocó una guerra con México y, tras su victoria, anexó más de la mitad del territorio mexicano mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo, incluyendo California, Arizona, Nuevo México, Texas y partes de otros estados. La fiebre del oro de California (1848) y la expansión del ferrocarril transcontinental reforzaron la importancia económica de estos territorios. En 1898 anexó Hawai tras un complot de empresarios azucareros estadounidenses apoyados por el gobierno, logrando un acceso estratégico al Océano Pacífico y el control de las producción y comercio del azúcar. Ocupó Nicaragua (1912-1933) para asegurar el control sobre un posible canal interoceánico, República Dominicana (1916-1924) y Haití (1915-1934) para proteger intereses financieros estadounidenses, Panamá (1903) para propiciar su independencia de Colombia y asegurar la construcción y control del Canal de Panamá.