The Paper Menagerie and Other Stories de Ken Liu o el universo contra la ironía

The Paper Menagerie and Other Stories (2016), compilación de cuentos que oscila entre la ciencia ficción y la fantasía, es como el origami. Así como todo pliegue de papel contiene otro pliegue, los relatos de Ken Liu se contienen entre sí y representan la continuidad entre objetos tan disímiles como la consciencia, la materia, la nación, la tradición, el lenguaje y la acción política, cada uno brotando del otro como en una caldera olímpica, aunque sin caer en holismos fáciles ni tentar la desintegración posmoderna. En ese sentido, es una unidad que no desmerece sus partes.

Tomemos “The Bookmaking Habits of Select Species”, un ensayo especulativo sobre la escritura y la lectura en distintas especies del universo. La escritura de los Allatians, por poner un ejemplo, consiste en hablar mientras inscriben la probóscide en argamasas, de modo que su vibración forma un surco. Por otro lado, leen pasando la nariz por el surco de la argamasa endurecida. La vibración de su probóscide magnifica el sonido por una cámara hueca en su cráneo y no solo marca un alfabeto, sino también registra la inflexión, el énfasis, el tono y el ritmo —en una palabra—: la voz del escritor. Como los libros se deforman con el contacto físico, los libros más bellos se guardan en bóvedas y solo se leen transcripciones de intérpretes. Ya tenemos una sociedad prohibitiva. Tal como Ítalo Calvino estructura mundos desde cero en “Las ciudades invisibles”, aquí la especulación biológico-conceptual deviene social.

“Mono no aware” (ganador del Premio Hugo 2013) también aborda el tema del lenguaje, aunque en su relación con la cultura y la nación. Debido a la corrupción de los gobiernos, solo una nave espacial está lista para escapar del impacto de un asteroide a la tierra. Se llama “Hopeful” y tiene una trayectoria estipulada en 300 años hacia 61 Virginis. Hiroto Shimizu es uno de dos japoneses a bordo y tiene la consigna de preservar su lengua y su cultura. En todo momento piensa en sus padres, quienes tuvieron que tomar decisiones drásticas para hacerlo entrar en la nave.  Con el uso de precisos, necesarios saltos temporales, Liu logra que Shimizu vea la superposición de distintos planos de realidad: su patria, sus padres y en buena cuenta su sensibilidad entera inscritos en la pequeñez de un trazo caligráfico.

“The Paper Menagerie”, cuento que da título al libro y se corona como el más galardonado de la historia de la ciencia ficción (único en ganar los premios Nebula, el Fantasy y el Hugo) trata la historia de un joven chino-estadounidense cuya madre, quien fue comprada por su padre de un catálogo de esclavas chinas en Hong-Kong, no habla inglés. Ella le comunica su amor haciéndole origami (animales con los cuales interactúa a lo largo de su niñez), pero él, hecho ya un adolescente, la rechaza y se rehúsa a hablarle en chino. Ken Liu expresa la profunda sociabilidad del lenguaje mostrando la violencia de su interrupción. El modo en que —siguiendo al formalista ruso V.N. Volosinov— la consciencia se construye y disuelve en el lenguaje, porque no es sino en él.

“The man who ended history: A documentary” no podría haber sino cerrado el libro, apoyándose en la confianza del lector para guiarlo en una larga y exigente reflexión sobre la historia. El gatillo es un avance científico que permite observar eventos del pasado, al precio de destruirlos como fuente de información. El caso: las atrocidades en Pingfang durante la Segunda Guerra Mundial, donde los científicos japoneses experimentaron con prisioneros chinos de modos que los nazis nunca hubiesen soñado. En formato de documental, siempre polifónico, Liu expone las perspectivas de los implicados (familiares de las víctimas, historiadores, burócratas de los Estados, comunidad científica, etc.) sobre la posibilidad de observar —y consumir— el pasado, cuyo sentido oscila entre la catarsis emocional y la investigación científica.

Más que un tema central, lo que recorre los quince relatos del libro es un velo de metáforas contenidas que, por momentos, salen a la luz en forma de ternura cósmica. Y cuando aparecen, estas metáforas no persiguen la renovación lingüística ni los quiebres intuitivos. A diferencia de grandes títulos de la ciencia ficción, donde la distopía ilustra la disolución de las certezas, Ken Liu concibe el poder imaginativo como una manera de ahondar en los sentimientos humanos. Como él mismo dice: en su literatura no hay steelpunk, sino silkpunk (punk de seda), una impronta estética y ética inspirada en el oriente donde, sin importar el nivel de desintegración del mundo, las contingencias siempre encontrarán su contracara necesaria, como una cinta de moebius: ¿para qué el fin del mundo sino para que la memoria individual se reconoce mítica, histórica y eterna?

Se trata de armonizar lo superabundante y lo pequeño: nada, por más grave y cósmico, podrá opacar la contingencia de un sentimiento juvenil. Al mismo tiempo, sería necio subestimar los alcances cósmicos y sociales de un sentimiento juvenil. Es esto lo que hace de The Paper Menagerie and Other Stories un libro tan potente, inmune a la ironía. Cuando golpea, lo hace en dos flancos: el sentimiento y la inteligencia.

El golpe es solo uno.