Competitividad, innovación y productividad (I)

El presidente Vizcarra, en la reciente CADE, lanzó como iniciativa la elaboración de un Plan Nacional de Competitividad. El mandatario anunció que “…en tres meses tendremos listo el Plan Nacional de Competitividad”. Por su lado el sector privado a través del Consejo Privado de Competitividad presentó un primer informe con 77 propuestas en materia de infraestructura, mercado laboral, sistema de justicia, ambiente de negocios, logística, capital humano y ciencia, tecnología e innovación.

Al leer las propuestas uno se lleva la impresión de que los encargados de su elaboración tienen una confusión entre lo que es competitividad, innovación y productividad. Estos tres conceptos son usados indistintamente como si fueran sinónimos. Graves errores de diagnóstico y por tanto de las propuestas de política que se deriven pueden resultar de usar indistintamente estos conceptos. En esta entrega precisamos su alcance y hacemos un diagnóstico preliminar de la productividad laboral en el sector agrícola que será ampliado en próximas entregas con otros aspectos que impactan la productividad.

Competitividad no es sinónimo de productividad. Competitividad no es igual a PBI por trabajador (productividad laboral) o a Productividad Total de Factores (PTF). La competitividad es un término relativo (se mide con relación a algo). La productividad es un concepto absoluto (no necesita ser comparado). Los índices de competitividad del World Economic Forum y del Banco Mundial son índices relativos. Sin embargo, son utilizados como índices de productividad y pueden inducir a errores de política.

Un país puede tener una baja productividad laboral, pero ser competitivo a nivel internacional utilizando un tipo de cambio artificial. El Banco Mundial tuvo que retirar de su índice de competitividad, el componente de flexibilidad laboral por reclamos de la Organización Internacional de Trabajo (OIT). La medición de la competitividad está sujeta a errores de medición debido a la presencia de distorsiones de precios (subsidios, dumping, contrabando, tipo de cambio artificial) o intervenciones de mercado (restricciones de importaciones). La competitividad está relacionada con la habilidad de un país de exportar más bienes y servicios de los que importa y está vinculada a la relación entre los sectores transables y no transables de la economía, pero en un concepto de libre competencia.

Mientras que el concepto de competitividad se confunde con el de productividad, el concepto de innovación se confunde con el concepto de invención y productividad. Innovación no es sinónimo de competitividad o productividad. Existen muchas innovaciones que tienen bajo impacto en la productividad o en la competitividad. No se requiere del invento de un nuevo bien (carro eléctrico o el iphone) para tener innovación. La adopción de tecnologías conocidas en otros países al proceso productivo doméstico califica como innovación.

La productividad se define como las unidades de producto producidas por unidades de insumo. Productividad laboral, por ejemplo, se define como el PBI producido por trabajador. De los tres conceptos antes señalados, el concepto de productividad es el más transparente y el que está sujeto a menos distorsiones y a menos errores de medición. Un aumento de la productividad aumenta la competitividad de un país. Lo contrario no es necesariamente cierto, dependerá de las distorsiones de mercado.  Por lo tanto, un diagnóstico más acertado de lo que se debe hacer en el país para obtener un crecimiento sostenible debe hacerse utilizando un análisis de la productividad de los diferentes sectores de la economía. Las políticas de competitividad e innovación deben ser complementarias a la política de productividad.

El PBI de un país tiene tres fuentes de crecimiento en el mediano y largo plazo. (i) Crecimiento del número de trabajadores; (ii)  crecimiento de la productividad total; y (iii) crecimiento diferenciado de los sectores económicos. Hacer crecer el número de trabajadores no es una estrategia sustentable y no conduce necesariamente al aumento de la productividad. La segunda opción, crecimiento de la productividad de todos los sectores por igual, puede llevar a perennizar ineficiencias. La tercera opción corresponde a incrementar la productividad de los sectores rezagados con el fin de obtener una productividad uniforme en todos los sectores para de esta forma lograr un crecimiento balanceado de la economía que permita reducir las distorsiones relativas entre sectores.

En la Tabla 1 se presentan la evolución de las productividades laborales de los diferentes sectores económicos para el periodo 2007 – 2017. Para conveniencia de interpretación la productividad laboral se expresa en PBI mensual por trabajador en soles constantes del 2007. Es decir, cuanto produce un trabajador de PBI por mes en promedio en cada sector económico. Observamos que el sector agropecuario es el de más baja productividad (545 soles constantes del 2007 por mes). El valor producido por el trabajador agropecuario no alcanza ni para cubrir el sueldo mínimo. Esto a pesar de que en el periodo 2007 – 2017 la productividad laboral de este sector aumentó 55.5 %.

Una política de competitividad que haga aumentar la productividad de todos los sectores por igual perennizará las desigualdades existentes e incentivará el crecimiento desbalanceado de la economía. Las actividades con mayor productividad laboral (en este caso la minería y la actividad inmobiliaria) serán las que atraerán la mayor inversión. La competitividad del país mejorará, pero a costa de un crecimiento desbalanceado que agudizará las desigualdades existentes.

La distorsión causada por las diferencias abismales de los diferentes sectores económicos se acentúa aun más cuando se contrastan con la distribución del empleo entre los sectores económicos. En la Tabla 2 se presenta la matriz del empleo por categoría de ocupación y por actividad económica para el año 2017. La categoría de ocupación define aproximadamente la definición de formal (asalariado) e informal (no asalariado). Decimos aproximadamente porque la metodología seguida en la elaboración de las Cuentas Nacionales difiere de la utilizada por la ENAHO.

Observamos que el empleo total está concentrado en el sector agrícola (24 %) seguido del sector comercio (18 %) y manufactura (10.9 %). Una política de competitividad que no tome en cuenta esta realidad está condenada al fracaso. Políticas que contemplen mejoras de la educación, justicia, seguridad, la infraestructura, tramitología, mesas de concertación, etc., son necesarias, pero no suficientes.

La baja productividad asociada a la informalidad es más aguda justamente en los sectores donde esta más concentrada la informalidad. En el caso del sector agropecuario se requiere de forma urgente una política de aumento de productividad que vaya directamente a la vena del problema. Se requiere una masiva inversión en reservorios, canales de regadío, sistemas de riego gota a gota, sembrado y cosecha de agua, reforestación en las tres regiones acompañados de una exhaustiva extensión agrícola que eduque a los agricultores en las nuevas técnicas de sembrado de agua, riego, selección de semillas y fertilizantes.

La verdadera política de innovación que se necesita es como acelerar el proceso de transferencia de tecnologías ya existentes (proyectos como sierra verde, sierra productiva, sierra exportadora han probado su valía en las diferentes regiones del país) a toda la población agrícola para generar un crecimiento exponencial de la productividad agrícola. En próximas entregas analizaremos la problemática de los sectores comercio, transporte y manufactura.

 

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